«Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona»
Queridos hermanos, estamos celebrando el tercer domingo de Pascua. Felicidades a todos. Este domingo se conoce como el Domingo de Júbilo porque está lleno de la aparición de Jesús.
Como les he mencionado antes, estamos frente a siete epifanías (apariciones) de Jesús como resucitado. ¿Qué nos dice la Palabra? En los Hechos de los Apóstoles, Pedro se dirige a la gente y glorifica a Dios en su siervo Jesús, a quien entregaron y rechazaron ante Pilato, aunque él había decidido liberarlo. Pedro les recuerda que mataron al autor de la vida, pero lo hicieron por ignorancia.
Dios ha cumplido de esta manera lo que había dicho a los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por lo tanto, es momento de arrepentirse para que sus pecados sean borrados. Hermanos, esta es una gran noticia: Jesús ha pagado por nosotros, nos ha liberado, nos ha perdonado. Esta aparición de Jesús no es una idea o una leyenda, es un encuentro real, uno que tú y yo podemos tener con él, que está resucitado y tiene el poder para lavarnos, potenciarnos y perdonarnos.
Por eso cantamos el Salmo 4: “Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro. Ten piedad de mí y escucha mi oración. En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.” Esta es la seguridad y el descanso que nos ofrece Jesucristo.
La segunda palabra que nos entrega la Iglesia es de San Juan, quien escribe para que no pequemos. Pero, si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo el justo. Él es la víctima expiatoria por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo. Si guardamos sus mandamientos, conocemos a Jesús y experimentamos su amor.
El Evangelio de San Lucas relata cómo Jesús se aparece a sus discípulos, quienes estaban hablando sobre lo que había sucedido en el camino. Jesús se presenta en medio de ellos, les ofrece paz y les muestra sus manos y pies para que comprueben que está vivo.
Les enseña que no es un fantasma, sino una persona real. Luego les abre el entendimiento para que comprendan las Escrituras y les revela que todo lo que había pasado estaba escrito y se había cumplido. Les confirma que el Mesías padecería y resucitaría al tercer día, y que en su nombre se predicaría la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Hermanos, somos testigos de este milagro, de este encuentro con Jesús. Que este encuentro penetre en nuestros corazones, mentes y vidas, y que podamos transmitirlo a quienes nos rodean.
Recen por mí para que también pueda experimentar este encuentro en mi vida. Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos ustedes.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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