¡Ministerio Público al garete!
Delia Espinoza, la folclórica fiscal de la Nación, alega que la repartición a su cargo “opera con presupuestos limitados, lo que restringe la contratación de personal calificado tanto como la modernización tecnológica y el acceso a nuevas herramientas de investigación, para atender el alto volumen de casos; y esto genera sobrecarga procesal.” Asimismo, se queja de la burocracia, alegando que “obstaculiza su eficiencia y capacidad, generando lentitud en los procesos.”
Además, denuncia “la insuficiente capacitación y especialización de muchos fiscales en delitos complejos como crimen organizado, corrupción, lavado de activos, etc.”. Asimismo, se lamenta de las presiones políticas y externas, y de mantener una “limitada coordinación interinstitucional con la Policía Nacional, el Poder Judicial y otros organismos”. Igualmente, sostiene que la institución a su cargo “opera con presupuestos limitados, lo que restringe la contratación de personal calificado, la modernización tecnológica y el acceso a herramientas de investigación avanzada”, todo lo cual produce “sobrecarga procesal, ante el alto volumen de casos, la burocracia interna y la lentitud de los procesos que obstaculizan su eficiencia y capacidad, fuera de la insuficiente capacitación y especialización de muchos fiscales que no cuentan con formación especializada en delitos complejos (crimen organizado, corrupción, lavado de activos, etc.), lo que debilita la persecución penal.”
Finalmente, denuncia la “falta de autonomía institucional y también presiones políticas y externas” sobre las decisiones de la Fiscalía, sumado a todo lo anterior “una limitada coordinación interinstitucional con la Policía Nacional, el Poder Judicial y otros organismos.” Y, como corolario, alega que aquello “genera corrupción interna, centrada en fiscales involucrados en redes de corrupción, en tráfico de influencias o favorecimiento indebido a investigadas/os, lo que mina la confianza ciudadana por impunidad, como por falta de sanción, ante la ausencia de mecanismos efectivos para investigar y sancionar conductas indebidas dentro de la propia Fiscalía, perpetuando malas prácticas y vicios institucionales.”
Esto evidencia que la fiscal Espinoza cree que su función es denunciar la miseria de organización que dirige, presumiblemente para culpar a terceros de algo que certifica su propia incapacidad. ¡No, señora Espinoza! Usted asumió esta función bajo el compromiso de conducir un Ministerio Público que sirva tanto a la ciudadanía como al Estado. Y su obligación es hacerlo en el silencio que exige ejercer esta delicada función, como fiscal de la Nación. Entre cuyos cometidos, señora o señorita Espinoza, no está aquella de fungir de auditora; menos aún la de abocarse a denunciar públicamente las miserias de la organización bajo su cargo.
Para esto cuenta usted con todo un ejército de burócratas que debieran pelear contra aquellas falencias, de las que usted hace tanta gala. Y usted abóquese a dirigir –con capacidad y solvencia– el órgano que tanto buscó conducir, para mala suerte de nuestra nación. Pero claro, usted utiliza a aquella mega burocracia para que le sirva de alcahuete y mandadera; obligándola a realizar vigilias dentro del mismísimo local de la Fiscalía; consciente de que, con aquello, usted perjudicará a Juan Pueblo, quien deberá soportar las secuelas del tiempo malversado por usted, traducido en mucho mayor criminalidad.
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