ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

«Mi alma se gloria en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren»

Imagen
Fecha Publicación: 22/10/2022 - 22:05
Escucha esta nota

Queridos hermanos

Estamos ante la semana XXX del Tiempo Ordinario. La primera Palabra que nos da la Iglesia es del libro del Eclesiástico. ¿Qué nos dice esta lectura? Que el Señor es juez y para el no hay acepción de personas, ni prestigios de personas, el Señor ama al pobre, a la viuda, escucha la oración del oprimido y del huérfano, por eso la oración del humilde atraviesa las nubes. El Señor nos está invitando a rezar. Él escucha la oración del que es oprimido por el demonio, oprimido por los pecados. Pero, además, ¿cuántas veces hemos sido nosotros los opresores?

Considerándonos ricos y sin ser conscientes de nuestra pobreza, hemos despreciado a los demás. Por eso ánimo hermanos, convirtámonos, porque el Señor no tardará, cómo dice el libro del Eclesiástico El Salmo responsorial con el que respondemos a esta Palabra es el Salmo 33: “El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó”. Unámonos, hermanos, al salmista, que su alabanza está siempre en nuestra boca, porque “el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos”.

Por eso también el Evangelio es impresionante. El Evangelio de San Lucas nos pone por delante la parábola del fariseo y el publicano. ¿Quién es el fariseo? Es un hombre vacío, un ateo que creía en sí mismo, creía que el templo era suyo, es decir, que la Iglesia le pertenecía, por eso se justificaba. El fariseo era un hipócrita, se creía superior a los demás, es decir, no consideraba al otro como superior a así mismo, no tenía compunción, siempre se auto justificaba así mismo, no lloraba sus pecados. Por eso, hermanos, ánimo, hoy el Señor nos llama a conversión, sirvamos al pobre, al pecador, es decir, no nos creamos superiores a los demás; esto es lo que nos habla el Evangelio, que es lo que nos decía también la segunda Palabra.

El apóstol San Pablo le decía a Timoteo: “Yo estoy a punto de ser derramado en libación, el momento de mi partida es inminente, he combatido el noble combate de la fe, he acabado la carrera, he conservado la fe”. Esta carrera de la que habla San Pablo es la de los Santos. Hermanos, Dios nos invita a combatir la fe, es decir, la Palabra que hemos recibido, el Kerigma, el Credo que hemos recibido de la Iglesia; y podremos decir como San Pablo: “El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león”. Por eso hermanos, ánimo, porque el combate al que nos invita el Señor es a dejar nuestro hombre viejo, es decir, a dejar nuestra hipocresía, nuestro fariseísmo, nuestra religión y vivir el cristianismo como una revelación, es decir, como un don gratuito, que nos da Él para ser cristianos. Hermanos, nuestra salvación está en esto, no está en autojustificarnos, en el fariseísmo, en el ateísmo, en convivir con el mundo y quedarnos con lo bueno de Dios y lo bueno de la religión. Dios nos está invitando a negarnos a nosotros mismos, nuestro hombre viejo tiene que ser desaparecido para que podamos decir como el publicano: Te doy gracias, Señor, porque yo soy un pecador. Sí nos miramos interiormente, nos daremos cuenta que dentro de nosotros está el pecado y que el Señor nos invita a vivir en la gratuidad, a abandonarnos al Señor, a fiarnos plenamente en Él.
Hermanos, salgamos de nuestro fariseísmo, de nuestra hipocresía, de nuestro ateísmo, y confesemos que Dios es el Señor de toda dominación, de toda esclavitud. Ánimo hermanos y sigamos al Señor.

Que el Señor Todopoderoso esté con ustedes, en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitter Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.