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México y Perú

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Fecha Publicación: 30/12/2022 - 23:10
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Las deplorables e insanas intromisiones del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en asuntos de competencia interna del Perú no son por desconocimiento en asuntos diplomáticos, sino que forman parte de una maléfica estrategia política para que los pueblos del hemisferio lo reconozcan como defensor de los indígenas y para asumir el liderazgo de gobernantes izquierdistas del bloque del Socialismo del Siglo XXI.

La tracalera estrategia fue advertida por periodistas y parlamentarios aztecas que, a través de comunicados públicos, repudiaron sus expresiones injerencistas, agraviantes, groseras, dichas por AMLO con el propósito de proteger a un gobernante destituido por golpista y corrupto, Pedro Castillo Terrones, que llegó al extremo de organizar un sistema mafioso de cobro de cupos –40 mil dólares– para ascender a policías del grado de coronel a general, como hemos comprobado estos días con la detención de los implicados.

Este infortunado episodio, sin embargo, ha servido para recordar las históricas relaciones entre nuestros países, cuna de admirables civilizaciones. El centro de ese vínculo es el insigne poeta Manuel Nicolás Corpancho, nombrado por el presidente Ramón Castilla encargado de negocios y cónsul general en México en noviembre de 1861, durante el gobierno de Benito Juárez.
Un mes después de su arribo, en diciembre de 1861, el rey francés Napoleón III invadió ese país para imponer un régimen monárquico, designando emperador a Maximiliano de Habsburgo.

Corpancho no reconoció al usurpador, asumiendo una inclaudicable defensa de la independencia mexicana. Actuó con firmeza, talento y convicción americanista. Asistía a la Sociedad de Geografía e Historia, institución académica convertida en centro clandestino de resistencia. Alquiló varias viviendas, izando la bandera nacional y rechazando enarbolar la mexicana con el águila imperial; estancias que brindaron generosa protección a partidarios de Benito Juárez, evitando que los capturen o asesinen.

A pesar de que su propia integridad estaba en riesgo, Corpancho desplegaba un trabajo tenaz, al mismo tiempo que nuestra Cancillería, a cargo de José Fabio Melgar, prominente personaje, cuatro veces ministro de Relaciones Exteriores, remitió circulares a todos los países del mundo en los que advirtió las graves implicancias de la invasión francesa para la independencia del hemisferio. El distinguido historiador Héctor López Martínez (EC/26/12/22) recuerda, más aún, que en Lima se formó una Sociedad de Defensores de la Independencia Americana que enviaba fondos a Benito Juárez.

El dinamismo de Corpancho fue detectado por agentes de seguridad de Maximiliano, quien decide expulsarlo del país. Los primeros días de septiembre de 1863 se embarca en Veracruz con dirección a La Habana. Antes de llegar a puerto, el buque español que lo trasladaba se incendia al cruzar el estrecho de Yucatán, muriendo él y dos miembros de su delegación. Fallece a los 32 años por la noble causa de asilar a patriotas mexicanos, dejando una huella imborrable de solidaria hermandad entre dos naciones.

La diplomática Rosa Garibaldi recuerda que, por esa consideración, el cuarto tomo del Archivo Histórico Diplomático Mexicano hace una agradecida y cálida remembranza de la Misión Corpancho. Asimismo, muchas calles llevan su nombre y existe una plaza en la ciudad capital, el Parque Perú, con tres bustos en bronce: del Gran Almirante Miguel Grau, del diplomático Manuel Nicolás Corpancho y del político Haya de la Torre, quien el 7 de mayo de 1924 fundó en un teatro la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), inspirándose mucho en la Revolución mexicana.

López Obrador es solo un tóxico y pasajero accidente en las relaciones bilaterales. Un personaje torpe y siniestro, que ordenó retirar un nacimiento entregado por su legación al Parque de Miraflores, no afecta los fraternos lazos entre nuestros pueblos, al contrario de lo que sucede con figuras prominentes como Manuel Nicolás Corpancho.