«Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo»
Queridos hermanos:
Hoy nos encontramos en el V Domingo de Cuaresma, también conocido en la tradición como el “domingo primero de la Pasión”.
Este día marca el comienzo de los doce días de ayuno que culminan con la celebración de la Pascua. Durante este tiempo, nos abstuvimos de ciertas prácticas como parte de nuestra preparación para la comunión eucarística.
La Cuaresma en la Iglesia es un tiempo de ayuno del hombre viejo, de la oración y de la limosna. La oración debe ir acompañada de ayuno, y el ayuno debe ir acompañado de oración. Es importante deshacernos de la apariencia del hombre viejo que nos engaña en la idolatría.
En la primera lectura, el profeta Jeremías nos presenta la promesa de una nueva alianza con la casa de Israel. Esta alianza es un llamado a todos, tanto judíos como paganos, a unirse a esta nueva comunión con Dios. La esencia de esta alianza radica en la ley de Dios, que será escrita en los corazones de las personas.
Dios será nuestro Dios y nosotros seremos su pueblo. Esta alianza se caracteriza por el perdón de los pecados. Es un recordatorio del amor y la misericordia de Dios hacia su pueblo, hacia nosotros.
En respuesta a esta lectura, proclamamos el Salmo 50, atribuido a David, quien reconoció su culpa y pecado ante Dios.
Este salmo expresa la necesidad de perdón y purificación interior. Nos recuerda que solo Dios puede limpiarnos de nuestros pecados y restaurar nuestro espíritu. Es un llamado a la conversión y al arrepentimiento sincero.
La segunda lectura, de la carta a los Hebreos, nos habla del sacrificio de Jesús para salvarnos de la muerte. Aceptó su sufrimiento con gritos y lágrimas, mostrando su obediencia al plan de salvación de Dios. Jesús, el Cordero de Dios, nos enseña el camino del sacrificio y la obediencia, que nos lleva a la vida eterna.
En el Evangelio según Juan, algunos griegos se acercan a Felipe para ver a Jesús. Jesús les habla del sacrificio necesario para seguirlo y glorificar el nombre de Dios.
Él predice su muerte en la cruz como el medio para atraer a todos hacia Él y expulsar al príncipe de este mundo. Jesús nos llama a morir a nosotros mismos y a seguirlo en obediencia y sacrificio.
En este tiempo de Cuaresma, recordamos el sacrificio de Jesús en la cruz y nos preparamos para celebrar su resurrección en la Pascua. Que el Espíritu Santo nos guíe en este camino de conversión y renovación espiritual.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos vosotros. Amén.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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