Marisa y Felipe
Han pasado varias lunas muchos soles tupidas neblinas desastres naturales y de los otros desde la sentida partida de Marisa Guiulfo que dejó un vacío en el mundo del catering. Paisaje en que construyó un sólido prestigio con trabajo, conocimientos, fantasía y ese modo de convertir un efímero, la comida, decoración la fiesta y la alegría, en un casi permanente que vivirá en recuerdos y comentarios. Algo así podría ocurrir con esta foto de Marisa con Felipe Ossio, su hijo mayor.
la hice en 1978. Años después con una foto de Felipe en la fiesta que con sus hermanos organizaron en el Campo de Marte por el cumpleaños 70 de Marisa la publiqué en Cores Crónicas y Retratos, pequeña revista de corto tiraje que publicaba de manera esporádica y me gustaría poner nuevamente en circulación.
Tenerla en esta Crónica pudiera convertirla en tema de conversación. No dudo que a pesar del granulado por la ampliación y el tiempo transcurrido mantiene y ofrece el interés del recuerdo y la novedad, el detalle que le otorga actualidad.
La hice en casa de Lizardo y Minina Alzamora la noche que con elegante recepción celebraban un aniversario de su matrimonio. Marisa y su equipo se encargaron de lo que saben producir, aquí viene el detalle que suma, era la primera vez que Felipe la acompañaba en uno de sus compromisos. Ahora, después de la partida de Marisa, él es cabeza del entramado que soporta y mantiene el éxito y la fama de la marca Marisa Guiulfo.
También tenemos a Marisa elegante y feliz en casa de Miky Malatesta, decorador, entretenido anfitrión que hizo del cóctel de fresa su imbatible bastión. No tengo a mano esa fotografía que es todo un hito. La hice en casa de ella al final de la recepción por el matrimonio civil de Felipe. Esperé que no quedarán invitados y pedí “mi foto”.
En el jardín, todos los mozos y personal de cocina en organizado conjunto con el recién casado. Foto que tiene una segunda en el estilo. Buenos Aires, 1990. La misma situación. Fue un asunto que jamás imaginaron podría tener escenario en el famoso hotel Alvear.
Todos los mozos que atendieron el coctel ofrecido por Luisa Zuberbuhler para presentar su revista Lugares organizados en medio del salón rodeando a Luisa y sus amigas, todas en negro de coctel, sentadas en la fila de sillas.
Detrás de pie los esposos junto con los mozos entre los que hay un peruano que al toque entendió cuando le dije, tan fino no soy, por favor, sírveme el champagne con yapa. Fue muy gentil, lo sirvió. Creo que es obligación traerla en la próxima Crónica junto con otras en las que el tema es mi tema, los Buenos Mozos.
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