Mario Vargas Llosa, demasiado humano
Como a todo ícono global, el último que hemos tenido los peruanos, cada uno de los que se atribuyen autoridad moral y variopintas legitimidades, se lanzan rápidamente por los despojos simbólicos de esta estrella literaria latinoamericana de probado alcance mundial. Se oscila entre la oportunidad pública para satisfacer sus venganzas ideológicas como la de los apologéticos más inverosímiles que lo llevarían al borde del santoral. No hay punto medio entre las acusaciones de sus péndulos políticos, así como de su sobresaliente aporte literario y su evidente destreza para proponer ficciones sofisticadas.
Lo cual ratifica la compleja humanidad que caracterizaba a este legendario fabricador de inolvidables fábulas en la que todos, al parecer, tienen razones suficientes para validar tanto sus propias amorosas adhesiones o los más virulentos enfoques. Convencido de la clave sartriana del intelectual comprometido, MVLL hizo de su propia biografía una acción cívica permanente, incluso, lo asumió como una imperturbable cruzada ideológica. Cualquier exposición manifiesta de las ideas genera también detractores. No puede evitarse ello, ya que las ideas son justamente para discutirse profundamente, para estar de acuerdo o en desacuerdo. No escondió su ideario y la colocó en los escenarios para ser debatida o rebatida. Es por eso que es saludable advertir las discrepancias y que sean una oportunidad para refrescarnos el valor del diálogo argumentado y con evidencias
Pero como toda figura humana que alcanza la posición de gurú, emanaba poder a su alrededor, con tanta fuerza que esa irradiación provocaba que algunos quisieran buscar premeditadamente su bendición. Ser apadrinado por un ídolo de esas dimensiones era casi una búsqueda compulsiva y estratégica para algunos escritores que confiaban más en el marketing derivado de ello que de su propia propuesta narrativa. Tiene su merchandising proporcional a las ambiciones de cada aspirante a escribidor. Hay que recordar, como lo señaló el mito de Ícaro, acercarse demasiado al sol, significa también estar inevitablemente chamuscado.
Así, entre esas oscilaciones de jueces repentinos, de verdugos póstumos, de seguidores tocados alguna vez por su presencia, aparecen las incertidumbres éticas correspondientes al juzgar una vida consagrada fundamentalmente a señalarnos los alcances de la literatura y su poder disolvente. Y en esa peruanidad enrevesada, difícil, tensa, complicada, convirtió a la literatura en un espacio para hacernos preguntas sobre lo que somos y quisiéramos ser en este país. Le dio una respuesta a la vieja tesis optimista de Basadre sobre que el Perú es un problema y una posibilidad. Tan solo somos un problema, al parecer. Un gigantesco e histórico problema que requiere de matemáticas avanzadas e inexistentes y de nuevas disciplinas científicas.
Con la muerte de Vargas Llosa culmina oficialmente la segunda mitad del siglo XX peruano. Hemos tardado en cerrarlo porque la cronología nunca coincide con los tiempos de nuestras turbulencias nacionales. Por eso, sus exequias son de una parte de nosotros que muchas veces nos negamos a reconocer. Que somos tan solo una extensión de Conversación en La Catedral.
Por Rubén Quiroz Ávila
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