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María y las guerras en el mundo

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Fecha Publicación: 14/08/2024 - 21:40
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La Iglesia Católica celebra hoy, jueves 15 de agosto, la Fiesta de la Asunción, uno de los más grandes dogmas sobre María, la madre de Jesús de Nazaret y madre de todos los creyentes, como el suscrito, que se honra en dedicar esta columna a la Santísima Madre de Dios. María fue invocada a través de los tiempos en las guerras de conquista y en los procesos de paz. Los padres del derecho internacional, Francisco de Vitoria y Hugo Grocio, fueron sus fervientes devotos, al igual que muchos otros publicistas del denominado derecho de gentes, así como los estrategas de la guerra, que fueron marianos por excelencia. Toda la Edad Media fue una muestra de la fuerza escatológica de la fe mariana, que acompañó a los cruzados durante las guerras religiosas para recuperar el Santo Sepulcro de Jerusalén, tomado por los musulmanes en 1187.

Además, María fue invocada en diversos sucesos conflictuales relevantes, como en la Batalla de los Tercios durante la Guerra de los Ochenta Años en Europa, donde un tercio del ejército español derrotó en Flandes a una flota de diez navíos de los Estados Generales de los Países Bajos. Este acontecimiento tuvo lugar los días 7 y 8 de diciembre de 1585 y fue la génesis del Dogma de la Inmaculada Concepción varios siglos después. También, durante la Primera Guerra Mundial, la sobrenatural aparición de la Virgen de Fátima el 13 de mayo de 1917 en Cova da Iría, Portugal, impactó extraordinariamente. Se apareció a tres pastorcitos: Lucía, Francisco y Jacinta, y hubo cinco apariciones más.

En plena Guerra Fría, y a pesar del fuerte ateísmo promovido por los comunistas, el Papa Pío XII declaró por la Bula Munificentissimus Deus el Dogma de la Asunción de María, que hoy recordamos. Este dogma sostiene que la Virgen fue elevada a los cielos por Dios, en cuerpo y alma, siendo esto distinto de la Ascensión de Jesús, en la que el propio Nazareno se elevó a los cielos sin ayuda de nadie ni de nada porque era Dios mismo.

El Concilio Vaticano II (1962) desarrolló con profundidad el sentido mariano en las juventudes de los años sesenta y setenta, durante los alistamientos para las guerras de Corea y Vietnam. Durante la Gran Misión de Lima, una consecuencia de las visitas pastorales de San Juan Pablo II al Perú en 1985 y 1988, muchos jóvenes la invocamos venerándola en nuestras tareas de catequesis en huertas, quintas y callejones de Surquillo, así como en otros distritos populosos de Lima y el país.

Francisco, el primer pontífice jesuita y americano, la llama la Madre de la Esperanza. Él la invocó durante la pandemia de la Covid-19 y ahora lo hace en medio de los conflictos en diversas partes del mundo, como Rusia contra Ucrania e Israel contra Hamás, pidiendo su protección para los refugiados y migrantes. Estas personas, junto a las víctimas de la trata de seres humanos, constituyen la población más vulnerable de la sociedad internacional en el siglo XXI. En ese marco, el Santo Padre viene recordando para ellas, y sin condiciones, la protección del derecho internacional humanitario.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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