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Mamá

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Fecha Publicación: 06/11/2021 - 21:54
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A mi madre le debo el arrojo que le entrego a mis proyectos. Mamá tiene el carácter de un general en medio de la guerra y la ternura de un gato cuando protege a sus cachorros.

A sus sesenta y ocho años, la vida le ha marcado el cuerpo con el dolor de todas las enfermedades y el corazón con la nostalgia de quien sabe lo que es perder al hombre con quien vivió treinta y tres años, como si acaso fueran los mismos que transitó el profeta en su marcha hacia el calvario.

Mamá tiene la fuerza que dudo tenga yo a mis 43: sobreviviente de un ACV, convive con la diabetes, lucha con la artrosis y driblea contra la hipertensión para decirle a su nieto que todo está bien mientras en su rostro enciende una sonrisa que a mí me parte el alma. Mamá sabe que en la noche puede hablar con los muertos que han sitiado las esquinas de la casa, por eso se siente en su silla de ruedas y se coloca frente a la ventana: los espera con paciencia mientras toca la tapa de su biblia, el viejo libro que aprendió a leer con los ojos cerrados como quien recuerda los años cuando se preguntaba por la soledad o la distancia.

Ahora mamá ya no se pregunta por la soledad, tampoco piensa en la distancia, observa los muebles, la mesa del comedor, la foto de papá al centro de la vitrina, el silencio de Lima que cae de golpe sobre sus canas y vuelve a sonreír como para darle confianza a los fantasmas. Yo aún le debo un libro de poemas.

Todo lo que soy, todo lo que he hecho: mi voluntad, el riesgo, la forma temeraria de mis apuestas; son su herencia, su ADN que palpita en mi personalidad, en esta sensación de hijo que pretende alcanzar la altura de su ejemplo, para merecer su amor, su fortaleza. Mamá pelea por su vida mientras yo intento acariciarle el corazón.

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