Malvinas y la insostenibilidad de posesiones ultramarinas en el siglo XXI
Al recordarse ayer, 2 de abril, los 41 años de la Guerra de Malvinas, desde el derecho internacional contemporáneo, constituye un despropósito completo que en pleno siglo XXI sigan imponiéndose posesiones ultramarinas. No debe ser difícil para ningún Estado miembro de las Naciones Unidas, como es el caso del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, desconocer que las reglas cambiaron desde mediados del siglo XX, especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial en que fue más acelerada la descolonización.
Por esta razón persistiré como internacionalista en que la actitud recalcitrante de Londres es ciclópeamente incompatible con las normas internacionales contemporáneas entre los diversos sujetos del derecho internacional, recordándole al rey Carlos III y a las Cámaras de los Lores y de los Comunes, que la actitud del reino, dominada por la intolerancia y la insensatez, constituye una violación del principio de soberanía de los Estados, que fue el más grande legado de la histórica Paz de Westfalia (1648) que puso fin a la Guerra de los Treinta Años en Europa.
El gobierno del presidente Alberto Fernández ha recordado ayer acertadamente de que el argumento de la libre determinación de los pueblos, que sigue sosteniendo el Reino Unido para justificar su posesión sobre las Malvinas, no corresponde al caso concreto.
La diplomacia argentina siempre ha preferido llevar todo el asunto a una mesa de negociación a la que Londres por supuesto siempre se niega. Creo respetuosamente que siendo la reivindicación soberana de Malvinas un asunto de Estado, Argentina debería dar un paso más osado en el marco de la ONU donde será tiempo de denunciar la inconducta y arbitrariedad británicas.
Ningún derecho internacional serio podría avalar la posesión de Londres sobre unas islas ubicadas a 8,058 millas de distancia -12,968 kilómetros-, y que históricamente jamás le perteneció.
La cancillería de la República Argentina debería asumir la actitud que propongo pues dejar para las calendas griegas un tema de enorme sensibilidad nacional e inscrito en el imaginario de los argentinos es un óbice para el desarrollo de un pueblo sudamericano y hermano, que alguna vez fue un país del primer mundo.
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