Malas decisiones
Muchas veces no sabemos las consecuencias de las decisiones que adoptamos en un momento determinado de la vida, porque de repente son asertivas o desasertivas, depende del razonamiento que realizas para resolver lo que la persona se ha propuesto alcanzar en su beneficio y de los demás.
Podríamos graficarlas de la siguiente manera, si para lograr alcanzar un puesto donde postulan más de quinientas personas para alcanzar dos vacantes, el día anterior no obstante haber estudiado las personas se van a divertir antes de dar su examen y esperar los resultados, el estado físico mental no se encuentra en buenas condiciones; por lo tanto, el pronóstico de rendir la prueba con un buen resultado es relativo; y esa conducta a qué obedece, simplemente a una falta de madurez, encontrarse muy seguros; sin embargo el resultado no fue el esperado. Sentido contrario si las personas hubiesen tomado otra actitud, de estar concentrados, realizando cualquier cosa que no les perturbe la mente y sentirse predispuestos a obtener los mejores resultados.
Por otro lado, las personas no escogen a los padres ni a los hijos pero sí a sus parejas y aquí viene la pregunta: ¿Por qué algunas veces no tomas la mejor decisión para escoger la compañera o el compañero? La respuesta no es simple, existe muchas variables en juego que está dentro de cada uno de las personas, los sentimientos, educación, ideales, gustos, hábitos, costumbres, hobbies, el estatus social, el mundo de las relaciones, crianza, religión, pasiones, formas de pensar abiertas o cerradas, la edad, no es lo mismo escoger a los veinte, treinta o cuarenta, algunas veces la edad vuelve exigente a las personas como a otras no, son más simples en las decisiones. Hay algo que se debe tener en cuenta, no establecer una relación de dependencia que los vuelva tóxica, insoportable y que concluya no en buenos términos.
En algunas oportunidades he tenido pacientes que querían tomar la decisión de terminar con sus parejas, porque su pareja era cholita y no iba a sacar sus ojos, otros porque profesaban otras religiones, al punto que la mujer se convirtió al judaísmo para ser aceptada y otras porque los apellidos eran distintos o porque la chica o el muchacho era cojo o presentaba alguna discapacidad. Yo les dije que todo es relativo en la vida, que quien no tiene de inga tiene de mandinga y por qué el color de la piel importa tanto, un apellido nos hace distinto, si con la muerte no nos llevamos nada. Les preguntaba al margen de estas limitaciones creadas por su mente se sentían felices con sus parejas, me contestaron que sí, pero les preocupaba el qué dirán. Les dije, mientras sentimentalmente se sientan bien, comprendidos, amados, respetados, la pasión aflora en cualquier lugar, que les preocupa el qué dirán, los trascendental es que ustedes están llenos de vida con las parejas que tienen y deben continuar donde el corazón los lleve a una realización mutua de amor y sinceridad.
A veces las malas decisiones no se pueden revertir porque son irreparables. Un día llegó un paciente a consulta con un fuerte sentimiento de culpa porque había vendido el terreno que les dejaron sus padres en herencia; y le pregunté por qué lo hiciste, me respondió, que no tenía dinero una navidad para comprarle los regalos a los hijos. Le dije los regalos no son importantes sino el sentido que le das al nacimiento de Jesús con una nueva vida de amor y ayuda al prójimo que necesita una palabra, un abrazo, un consejo, pero no algo material intrascendente, debes enseñarles a tus hijos a ver la realidad de la vida. Esta mala decisión tómala como una experiencia que no se repetirá en beneficio tuyo y la familia.