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“Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”

Fecha Publicación: 13/07/2019 - 20:40
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Queridos hermanos nos encontramos ante el domingo XV del tiempo ordinario. La primera lectura de este día es del libro del Deuteronomio, nos dice: “Moisés habló al pueblo, diciendo: “Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma”. Hermanos, escuchar es amar a tu prójimo y para poder amar al otro, según los preceptos divinos como a ti mismo, debemos aprender a poner la mejilla ante aquel que nos hace el mal. De esta manera, experimentaremos la paz y la alegría del ser cristianos. Moisés hace una pregunta al pueblo: “¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos? Ni está más allá del mar, para poder decir: ¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos? El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas”. Esta es la Palabra de la escucha, es Dios quien quiere sembrar en nosotros sus mandamientos para que los acojamos con humildad en nuestros corazones y los cumplamos. Respondemos a esta lectura con el salmo 68: “Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Miradlo, los humildes, y alegraos; buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos”. Este salmo nos muestra la experiencia del hombre que clama la ayuda de Dios. Quiero invitarlos a clamar y buscar a Dios, y todo lo demás se os dará por añadidura. La segunda lectura es de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses: “Cristo Jesús es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y dominaciones, principados y potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra”. Pidamos al Señor que se dé esta impronta en nosotros, invoquemos el nombre de Jesús para recibir la plenitud de su ser y veremos la actuación de su poder sobre nuestros defectos y pecados. El evangelio es de San Lucas y nos dice: “Se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo. Él le dijo: Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondió Jesús diciendo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Él dijo: El que practicó la misericordia con él. Jesús le dijo: Anda y haz tú lo mismo”. Jesús presenta a ese maestro el “Shemá”, donde Dios nos invita a practicar la misericordia. ¿Quieres saber quién es Dios? Dios es misericordia y es una acción que debemos tener hacia aquellos que nos encontramos en la calle o los abandonados. Acércate a él y ayúdalo, dale tu afecto, tu humanidad y así podremos mostrarles la sobrenaturalidad del amor de Dios ¡Ánimo! Te invito a hacer esta experiencia. Veremos así la gracia de Dios en nuestras vidas, nos dará su fuerza y su espíritu. Que la bendición de Dios esté con ustedes y sus familias.
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