Lula: instigador internacional de corrupción
Estuvo preso, condenado por corrupción. Aunque lo salvó la politización de la Justicia. Nos referimos a Luiz Inácio Lula da Silva. Por segunda vez siendo presidente de Brasil. Lula impulsó y exportó corrupción mediante el gigante de la construcción Odebrecht, su brazo estratégico para degenerar la política latinoamericana. Porque fichados los politicastros, quedaban retratados como corruptos ante su país y el mundo. ¿El chantaje? Obligarlos a integrarse al bloque socialista tramado por el lulismo, para neutralizar el avance izquierdista cubano/venezolano colocando a Brasil como nuevo líder subcontinental; caso contrario, difundirá sus corruptelas narradas por Odebrecht. Los politicastros prefirieron lo primero.
¡Pero le falló el cálculo! Enterado de aquel plan, Estados Unidos apeló a la Justicia de su país. No para banalizarla —como Brasil, y luego otras naciones sudamericanas— sino para penalizar la corrupción que Lula desató con aquel proyecto. Washington ideó algo sencillo: denunció a Odebrecht por haber usado a la banca norteamericana para lavar dinero, y poner en marcha su iniciativa de corromper a funcionarios de gobiernos latinoamericanos, como legisladores, políticos, periodistas, etc., haciéndolos aparecer como cómplices compartiendo las coimas que Odebrecht había previsto distribuirlas exclusivamente entre los presidentes de las naciones donde operaba. En consecuencia, Lula contribuyó vehementemente a crear la megacorrupción que hoy asfixia al Perú, transformando las licitaciones de obras públicas en medios de compra de voluntades de sus autoridades, y en viles fundamentos para tener chantajeados a los gobernantes y políticos que Odebrecht le informaba haber corrompido.
Estados Unidos no denunció ni procesó a Odebrecht. Simplemente la penaliza con dos mil seiscientos millones de dólares de multa, que tuvo que pagar de inmediato; caso contrario el Tío Sam paralizaría sus operaciones a nivel mundial. Así supo el planeta la dimensión del ente corrompedor en que Lula convirtió a Odebrecht. ¡Allí empezaron nuestros problemas! Previamente, Odebrecht era casi El Vaticano para países como Perú. Aunque, a raíz de esos hechos; por ejemplo, empezó a actuar la procuradora Katherine Ampuero investigando primero obras en Chimbote —encargadas a Odebrecht— lo que fue extendiéndose en cadena —y conociéndose la magnitud del caso— para sorpresa de los peruanos.
Pero antes, Odebrecht ya había corrompido a Alejandro Toledo. Lo que ocurrió fue que nadie sospechó, hasta conocerse el 17 de abril de 2017, que Odebrecht había sido penalizada por un juez estadounidense, luego que éste admitiera haber sobornado a funcionarios en varias partes del mundo, para adjudicarse contratos...
Fue Lula quien “presentó en sociedad” a Jorge Barata, figura principalísima de Odebrecht en Perú. Primero a los luego sentenciados por corrupción César Álvarez, exgobernador de Áncash; y César Vázquez, su par en Ucayali; después hizo lo propio con Ollanta Humala y su esposa, Nadine.
La semana pasada, Lula secuestró rumbo a Brasil a Nadine Heredia, envuelta en un fárrago de mentiras adornadas de “pedido de asilo”, ilegítimamente concebido porque la asilada fue condenada ANTES de que la cancillería brasileña le concediera ese indebido beneficio.
Lula debe ser declarado Persona No Grata por el Perú, y denunciado a nivel internacional como instigador de corrupción.
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