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Los viejos apestan

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Fecha Publicación: 10/05/2023 - 22:30
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La vejez es triste sin afecto, sin salud y solo por eso es muy importante sembrar y cosechar buenos sentimientos, positivos, sólidos, que permitan que el ser humano nunca se sienta solo, que siempre hay algo que hacer para uno mismo y los demás, la experiencia, es fruto del aprendizaje, que te ha tocado vivir a lo largo de la existencia humana, otorga sabiduría, paciencia, tolerancia, un buen sentido común, alternativas de solución frente a los obstáculos que se presentan para modificarlos, corregirlos y precisar cuál es la mejor opción para salir airoso de cualquier incidente, no miras solamente el árbol sino ves el bosque.

Los años permiten diferenciar dos conceptos existenciales, mirar y ver, cuando miras fijas el pensamiento en la forma; y cuando ves, buscas los contenidos. Es como mirar una mujer bella por su apariencia, pero otra cosa es ver la belleza interior, que al final de la vida la belleza es efímera, con los años se marchitan, empero los contenidos, el sentido que le das a la vida son permanentes e inmortales, están presente toda la vida, aunque las personas ya no estén al lado tuyo, porque pasaron a mejor vida, pero dejaron en el interior del corazón muchas razones por qué vivir y ese legado lo internalizarás de generación en generación, porque es parte de la supervivencia humana, son armas no letales, sino que mantienen vivo al ser humano.

Ese concepto atávico que tienen algunas personas, “que los viejos apestan”, es fruto del vacío interior que padecen estas personas, que son incapaces de darse el valor a sí mismos y menos pueden otorgarles a otras personas, así le unan vínculos consanguíneos, simplemente porque no pudieron ver el interior de las personas, fueron moldeadas de esa forma, pero también está en el interior de cada uno, porque no solamente posees razón sino también sentimientos, que forman relaciones emocionales.

Recuerdo un día que estaba en la puerta de la casa, conversando con un amigo de mis hermanos mayores y vimos salir a mi padre, que se dirigía a los tribunales, era abogado, en esa época se estilaba vivir en casas grandes de techos altos y tener el estudio en casa y yo le dije a este amigo, refiriéndome a mi padre, “qué bajo de estatura es mi viejo”, él me contestó sabiamente, “no te preocupes por el tamaño sino por lo que vale por dentro”.

La respuesta me produjo un zamacón interiormente, tenía nueve o diez años, a partir de allí empecé a ver a mi padre de otra manera, era un padre muy bueno, se preocupaba mucho por los alimentos y la educación, a todos los hermanos los educó para que sean profesionales, cuando murió le cerré los ojos y cada vez que informo oralmente invoco en mi pensamiento a mi padre por su oralidad, asertividad y frontal, recuerdo mucho que mi padre cuando informaba oralmente me llevaba a los tribunales para que lo escuchara y así nació la vocación de ser abogado.

Muchas veces, algunas personas no valoran a las personas adultas, no le prestan la atención que requieren, no conversan con ellas, pasan a segundo plano, no obstante, los padres les han dado de todo para que sean útiles en la vida, familia y sociedad, los hijos, la familia, les pagan mal, los abandonan, los retiran del domicilio donde viven, que es su propiedad, y los internan en un asilo para que terceras personas se preocupen, sin pensar que una palabra, una sonrisa, un abrazo, una caricia puede convertir a la persona de la tristeza a la alegría.

El Estado, la familia, deben preocuparse de los niños, que son el futuro de un país y de los adultos mayores por su experiencia de vida, su palabra es trascendental, no viene vacía sino llena de esperanza.

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