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Los pueblos pluriculturales y pluriétnicos

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Fecha Publicación: 11/02/2025 - 22:20
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Fui regidor metropolitano de Lima, electo en la lista de Alberto Andrade, y estuve encargado del comercio ambulatorio durante su primera gestión (1996-1998).
Nuestro éxito en ordenar el comercio ambulatorio se debió, fundamentalmente, a que no desalojamos a ningún ambulante sin ofrecerle un lugar donde ejercer su comercio. Se crearon Las Malvinas, en la avenida Argentina, para los ambulantes ferreteros, y un nuevo Polvos Azules, al final de la Vía Expresa, donde fueron reubicados los comerciantes que ejercían su labor en el antiguo Polvos Azules, ubicado bajo el puente y sus alrededores. También creamos espacios para los artesanos, los vendedores de libros y otros rubros, permitiendo que el comercio informal se transformara en formal sin generar conflictos innecesarios.
Otro factor clave de nuestro éxito fue el principio de que no todos los peruanos son iguales, pero ninguno es mejor que otro. Esta frase, repetida constantemente por los ambulantes, nos permitió dialogar con ellos de igual a igual y establecer acuerdos justos. Les explicamos que lo suyo era suyo y lo nuestro era nuestro, lo que nos llevó a eliminar los decomisos, pues atentaban contra su derecho de propiedad. En su lugar, implementamos multas impuestas por una especie de tribunal, donde, delante de todos los comerciantes de la vía pública, se explicaba que, si no se pagaban, alguien podía restablecer los decomisos. Este sistema generó confianza en los comerciantes, quienes vieron que la municipalidad no estaba en su contra, sino que buscaba orden sin afectar su sustento.
Siempre he sido partidario de que en la Plaza Mayor de Lima se coloquen dos estatuas: una de Francisco Pizarro, a pie, fundando la ciudad (no vestido de guerrero, como la actual), y otra cerca de esta, la de Taulichusco, el último curaca del valle del Rímac. De este modo, se rendiría homenaje a los dos fundadores de Lima y no solo al “conquistador”. La historia del Perú es compleja, y reconocer el papel de ambos personajes sería un acto de justicia histórica que refleje la diversidad y el origen mestizo de nuestra nación.
Con orgullo transcribo lo que Santiago Agurto Calvo incluyó en una de sus obras (EC, 14 de marzo de 1997, pp. 93-94) y que Rafael Varón Gabai mencionó en la Revista de Indias en 2006:
“En ese sentido, habría que interpretar el comentario de Jaime Miranda Sousa, quien, a diferencia de la mayoría, hacía notar que, a pesar de que la conquista originó el mestizaje, a los peruanos los caracteriza una gran diversidad y que un país orgullosamente pluriétnico y pluricultural, como el nuestro, progresa cuando logra tener conciencia de un destino común.”
El reconocimiento de nuestra identidad como un país pluricultural y pluriétnico no debe ser solo un discurso, sino una realidad en la que todos los ciudadanos se sientan representados. Lima, como capital, debe reflejar en sus monumentos la riqueza de su historia y la diversidad de su gente.
No comprendo con qué criterio se ha vuelto a colocar en la Plaza Mayor de Lima la estatua del “conquistador” Francisco Pizarro, vestido de guerrero y con su espada desenvainada, la misma que logramos retirar de la Plaza Mayor (Plaza de Armas en aquel entonces). Su reposición no solo contradice la decisión que se tomó en su momento, sino que ignora la importancia de representar una historia más inclusiva, en la que se reconozca no solo a los conquistadores, sino también a quienes formaron parte de la historia prehispánica del Perú.

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