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Los notables y la democracia

Fecha Publicación: 08/06/2019 - 21:20
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Desde hace décadas, nuestro país necesita una Reforma del Estado que, hasta ahora, no ha sido posible, porque sencillamente  tenemos una democracia débil, con instituciones tantas veces pobremente representadas. La Reforma Política, como parte de ella, es también necesaria; sin embargo, las reformas en una democracia se plantean y realizan de acuerdo a la Constitución, cueste lo que cueste.

Desde nuestro punto de vista, el primer error que cometió el gobierno actual, al respecto, es llamar a un “grupo de notables”, seguramente todos con el debido conocimiento y sin “rabo de paja”, como se dice en el argot político; pero sin peso político que sólo mana de la voluntad popular. Nos guste o nos disguste.

Detrás de esta decisión del Ejecutivo, sin duda, está la falta de capacidad para entenderse con el Congreso de la República. ¿Qué esfuerzos se han hecho para conseguirlo? Muy pocos que sepamos. Porque ni las formas, ni el fondo de relacionarse con el Legislativo, han sido de lo mejor. Los insultos y las “pechadas” están bien para las tribunas, hasta para las encuestas; pero su efecto es devastador si se quiere llegar a un entendimiento.

Si un gobierno, como el actual, no cuenta con una bancada en el Congreso; si además, proviene casi del azar o del destino, en tanto que nadie calculó la renuncia de Pedro Pablo Kuckzynski para que subiera su vicepresidente; si además PPK lo dejó sin herencia política, no puede pretender demasiado, aunque su asesor argentino y su corte de Palacio se lo repitan al oído las 24 horas.

Las condiciones no están dadas para una Reforma de ningún tipo, y eso es lo que el Presidente y sus asesores no ven; cegados tal vez por venda de su ambición de popularidad; es decir, de resultados inmediatos que les haga subir como la espuma en las fotografías estadísticas, más dudosas que certeras, tantas veces.

La corrupción con la que dice luchar el Ejecutivo está principalmente, y a lo largo de la historia política del país, en los gobiernos: el central, regional y local. Ahí están los presidentes constitucionales, huidos o tan cuestionados; ahí está una ex alcaldesa que no solo afirma haber recibido millones de dólares de la empresa privada para fines políticos, sino asegurando que lo volvería a hacer.

La “gran corrupción” está ahí, porque el presupuesto nacional, ese que proviene de la inversión y de quien trabaja, está en manos de los distintos niveles de gobierno. Sin duda, hay casos de corrupción en los demás poderes del Estado y en las instituciones tutelares; pero de ahí a no reconocer que es el gobierno central y los demás, quienes deben gastar con la suficiente capacidad y honradez, fiscalizando adecuadamente, mediante la Contraloría y demás organismos pertinentes, hay un abismo.

Menos notables se requieren en este país y mayor entendimiento entre los distintos poderes del Estado. Al menos que se vea el esfuerzo, como lo ha hecho Teresa May en Inglaterra por la cuestión del brexit; ha caído sí, pero respetando las instituciones, las leyes y su Constitución. “Hasta quemar el último cartucho”, como diría nuestro héroe nacional, Francisco Bolognesi.

A gobernar, se aprende gobernando; nunca prestando oídos a intereses particulares y menos propiciando un populismo estéril, mientras las obras que los ciudadanos requieren, duermen el sueño eterno.