Los intereses deshonestos y la no reelección de alcaldes y gobernadores

La reciente decisión partidaria en el Congreso de la República de retirar el proyecto de reforma constitucional que permite la reelección de alcaldes y gobernadores, nuevamente evidencia que el interés político partidario es el que está primando en la conducta y comportamiento de los que tienen en sus manos producir las normas legales que, se supone, deben contribuir a procurar un mejor funcionamiento de nuestra democracia.
Es lamentable decirlo, pero si se siguen produciendo normas legales que únicamente satisfacen los intereses individuales o de las organizaciones políticas que tienen a su alcance el control de las decisiones en el Parlamento nacional, estamos condenados a no poder ver la luz al final del túnel. Razón por la cual, no debemos guardar silencio, sino continuar exigiendo un cambio de actitud política de nuestros representantes parlamentarios, con la esperanza de que algún día podamos ser escuchados.
Veamos: la disposición constitucional que permitía la reelección de las autoridades municipales y regionales, hace varios años, se reformó para eliminar esa posibilidad, con el equivocado argumento de que ello generaba los actos de corrupción en los gobiernos subnacionales. En ese sentido, como es sabido y las pruebas están a la vista, el alcalde o gobernador que quiere ilegalmente aprovecharse del ejercicio del cargo, cometiendo actos de corrupción, no necesita ejercer dos o más períodos, pues, si lo dejan, en un solo período puede “llevarse jalando el municipio o la región”.
Lo cual significa que la referida reforma constitucional, en su momento, tuvo un tufo populista, en lugar de inspirarse en la razonabilidad. Han pasado los años, y los actos de corrupción no solo han continuado, sino que se han incrementado. Y, en lugar de corregir lo que fuera una reforma totalmente errada, los grupos parlamentarios que tienen en sus manos corregir el error prefieren atender sus mezquinos cálculos políticos, en lugar de legislar con criterio responsable y razonable.
Como lo he manifestado en anteriores oportunidades: mientras que debe eliminarse en forma absoluta la reelección presidencial, en el sentido de que quien asume una vez la presidencia de la República nunca más en su vida debe volver a dicho cargo, considero que el caso de los alcaldes y gobernadores tiene una motivación y fundamentación diferente, razón por la cual debe posibilitarse la reelección de las autoridades municipales y regionales, inclusive sin límites.
En el caso del presidente de la República, según nuestro ordenamiento legal, y a pesar del gran número de atribuciones y facultades que tiene, no es responsable políticamente de sus decisiones, las cuales las asumen los ministros de Estado. Como ente de control, lo tiene al Congreso, que con mucha frecuencia deja de actuar como tal, dando lugar a lo que algunos señalan que los intereses personales de los miembros del Ejecutivo y del Parlamento están inspirados en el “hambre y la necesidad”, lo que genera que el control sea, en la práctica, inexistente.
Este es el motivo por el cual debe eliminarse la reelección presidencial, pues ello permite motivar la mejor institucionalización de los partidos políticos, obligándolos, indirectamente, a tener que ir formando nuevos cuadros entre sus militantes.
En cambio, en el nivel de los gobiernos subnacionales, los consejos municipales y los regionales son los entes mediante los cuales se controla, respectivamente, a los alcaldes y a los gobernadores en forma constante y permanente. Si dichos consejos no cumplen con su función de fiscalización, ya no es un problema del sistema, sino (como también lo hemos dicho innumerables veces) es un problema de personas, es decir, de los regidores o de los consejeros regionales que no atienden sus responsabilidades, quizá porque reciben “una tajada” de lo que corruptamente recibe el alcalde o el gobernador.
Por lo tanto, esperemos que los parlamentarios piensen en el pueblo que los eligió, produciendo legislación que satisfaga el interés general de la población, en lugar de satisfacer únicamente apetitos personales o de grupo.

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