Los expresidentes del antifujimorismo
Ollanta Humala está hoy en prisión al lado de Alejandro Toledo y Pedro Castillo. Ese escenario continúa llamando la atención internacional asombrada con la capacidad de Perú de encarcelar a sus exmandatarios. Lo curioso, en la coyuntura, es que si Alberto Fujimori estuviera vivo en Barbadillo, tendría frente a él a quienes llegaron al poder izando la bandera del antifujimorismo que decía "luchar contra la corrupción y el autoritarismo". La historia del efímero poder es, pues, caprichosa.
Muchas interrogantes entonces emergen entre los analistas, prensa, población y todo aquel atraído por esa feria de sorpresas que es la política peruana.
Una pregunta de fondo tiene que ver precisamente con el famoso antifujimorismo del que se valieron personajes como Toledo, Humala (con Nadine) y Castillo para llegar a Palacio de Gobierno vía las urnas. Por ejemplo: ¿Con tres expresidentes en prisión (falta Martín Vizcarra) el crecientemente desacreditado antifujimorismo profesional y vengativo... continúa teniendo el influjo para captar votos como aún creen algunos candidatos, asesores y grupos políticos?
La pregunta aborda un enfoque crítico sobre la vigencia del antifujimorismo como herramienta electoral en un escenario donde la corrupción ha afectado transversalmente a la clase política peruana. Los cancelatorios casos de Humala, Toledo y Castillo en prisión, otrora connotados antagonistas post-2000 del fujimorismo (e incluso del aprismo), lleva a estimar que ésta "identidad política negativa" puede persistir, pero quizá ya como un factor residual y con una capacidad en declive para definir elecciones.
La competencia electoral ha arrancado y será interesante ver cómo la imagen de los expresidentes encarcelados y elegidos por el antifujimorismo post-2000 (el caso irresuelto de Martín Vizcarra dará mayor tracción al asunto) impacta en las estrategias de comunicación y de campaña de quienes buscan relanzarse política y electoralmente con este recurso (los "antis" reciclados). Hay que incluir aquí al antiaprismo (recalentando motores aun más con el reflotado caso "El Frontón"), y al incipiente antiporkysmo que los sectores caviares también buscan instalar para intentar sobrevivir entre el electorado nacional.
