Los Estados no tienen amigos
Se atribuye a Henry Temple –Lord Palmerston–, canciller británico del siglo XIX, la sentencia: “Los Estados no tienen amigos ni enemigos perpetuos, tienen intereses perpetuos…”, que plantea una visión pragmática en las relaciones internacionales, alejada de las emociones personalistas de caudillos que originaron guerras, dividieron naciones y destruyeron Estados a lo largo de la historia.
En efecto, las relaciones internacionales no pueden ser románticas. No soñemos con amigos leales y perpetuos allende las fronteras; tampoco los enemigos serán eternos: son las circunstancias vinculadas a los intereses las que determinan las políticas y decisiones de cada Estado. La experiencia confirma fehacientemente la verdad de la afirmación de Palmerston que, si bien refería a la situación británica del siglo XIX, es extrapolable al siglo XXI.
Para empezar, en el vecindario: Argentina, garante del Protocolo de Río de Janeiro que vincula a Perú y Ecuador, vendió armas y municiones a este último en plena guerra del Cenepa en 1995. Quienes creyeron alguna vez que Argentina era un amigo confiable se equivocaron, pues sus intereses económicos pesaron más que cualquier amistad emocional. Chile, también garante del mismo protocolo, hizo lo propio y nunca brindó explicación alguna. Asimismo, Chile, vecino de Argentina y comiembro del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), se convirtió en el mejor portaaviones británico en Sudamérica durante la guerra de las Malvinas.
De otro lado, Inglaterra no dudó en aliarse con Francia para luchar contra Rusia en la guerra de Crimea, luego de muchas guerras entre sí, para terminar también combatiendo juntos contra la Alemania nazi. Hoy son aliados en la OTAN. Priman los intereses de Estado.
¿Alguien cree aún que la Bolivia del MAS es un Estado hermano después del Alto de la Alianza? No confundamos Estado con nación. La población altiplánica es un conjunto y continuo sin límites; otra cosa es el Estado. ¿Alguien cree que es posible fortalecer la Alianza del Pacífico cuando Chile, México y Colombia tienen gobiernos satélites del Foro de São Paulo con intereses distintos? No, por ahora, sabiendo que tampoco los males son perpetuos.
Con Colombia somos socios y, supuestamente, compartimos una visión de integración subregional en la Comunidad Andina (CAN). ¿Es confiable la Colombia gobernada por Petro, un exguerrillero de violencia congénita que ahora pretende desconocer la peruanidad de la isla Santa Rosa? Absolutamente no.
Colombia tiene serios problemas con Petro y con la naturaleza. Esta mueve, y seguirá moviendo, el curso principal del río Amazonas y no con ello el curso de la frontera ni la historia. Colombia, racionalmente, debería trabajar un canal navegable para que Leticia mantenga un puerto fluvial. Cuidado: Petro está impedido constitucionalmente de reelegirse, pero el 65 % de los colombianos cree que buscaría pretextos para quedarse en el poder por cualquier medio, y uno de ellos sería engendrar problemas externos. Es peligroso cuando los caudillos se sienten como Luis XIV (“El Estado soy yo”) y mezclan sus intereses personales con los verdaderos del país.
Es oportunidad para fustigar a aquellos miopes políticos peruanos que se oponen a que las FFAA recuperen su capacidad operativa. Claro, nunca mandaron a sus hijos a la guerra y miraron de lejos cómo los hijos del pueblo peleamos por ellos en condiciones inaceptables. Entiéndanlo: entre Estados solo hay intereses. El Estado es perpetuo; la paz, no: es hija de la disuasión.
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