Los desafíos del nuevo ministro de Educación
Tras la decisión del actual gobierno de cambiar a los titulares de determinados Ministerios, se suscitó la salida de la ex Ministra de Educación Miriam Ponce, sustituida por Morgan Quero Gaime. No es la finalidad de este artículo evaluar la gestión de la autoridad saliente, menos emitir juicios de valor anticipados sobre las funciones del flamante Ministro de Educación.
Existe una costumbre en el foro político, así como en la opinión pública en general, de medir la gestión desempeñada por un determinado servidor público de alta jerarquía, tomando como parámetro la entidad política a la que pertenece o la tendencia ideológica que lo identifica, sometiendo el criterio evaluativo a esos referentes, antes que involucrarse en un análisis objetivo de los impactos o resultados de las labores desempeñadas en una determinada cartera de Estado.Sim
ilar situación acontece con quien empieza una gestión, a la cual se le debe augurar el mayor de los éxitos, en el entendido de que, toda actuación positiva en el desempeño de un cargo público, repercutirá de manera positiva en favor de la sociedad y el país en su conjunto.
Bajo esos lineamientos, habiendo advertido que, en varios medios de difusión se hizo énfasis en la tendencia política del recientemente posesionado Ministro de Educación, me corresponde señalar con contundencia que, por la importancia y trascendencia del cargo y la dimensión de las responsabilidades asumidas, deberían quedar en un segundo plano estos antecedentes y concentrar la mirada en los objetivos y el telos que debe caracterizar al sistema educativo peruano.
Son grandes los retos y desafíos que se presentan en adelante para el actual titular del referido portafolio de Estado, en ese entendido, debe comprender a plenitud que, desde la propia Constitución Política del Estado, pasando por otras normas de menor jerarquía, se marcan y delimitan de manera clara y contundente los espacios y lineamientos bajo los cuales debe desarrollarse la política educativa del Estado peruano. Este aspecto está definido en la Constitución Política del Perú, cuyo Art. 16, segundo párrafo, establece que: “El Estado coordina la política educativa. Formula los lineamientos generales de los planes de estudios, así como los requisitos mínimos de la organización de los centros educativos...”. A través de este mandato, le otorga la tarea de velar por el buen funcionamiento del sistema educativo y especialmente de las unidades escolares. Por otro lado, deja en manos de las universidades las tareas de formación de profesionales, investigación científica, así como las labores de interacción social y de Responsabilidad Social Universitaria. Para el fiel cumplimiento de este mandato, consagra a través del Art. 18 cuarto párrafo la Autonomía Universitaria, señalando: “Cada Universidad es autónoma en su régimen normativo, de gobierno, académico, administrativo y económico. Las universidades se rigen por sus propios estatutos, en el marco de la Constitución y de las leyes.”
Asimilar a plenitud la importancia de estos dos elementos, es fundamental para el nuevo titular del Ministerio de Educación, en el sentido de velar por que el Estado peruano garantice el acceso a la educación de la niñez y adolescencia, permitiendo que los centros escolares funcionen en óptimas condiciones de formación, no solo en infraestructura, sino en la adopción de los mejores sistemas y modelos educativos y, por otro lado, respaldar a las universidades para que éstas en el marco de su autonomía, viabilicen la formación de profesionales competentes, sin interferir en las labores universitarias, precisamente respetando el carácter autónomo que la Constitución les otorga. En suma, debe evitar incurrir en el error de sus antecesores que, al influjo de determinados sectores políticos y económicos, impulsaron acciones que, en su intención y consecuencias ocasionadas, debilitaron institucionalmente a las universidades y generaron frustración de miles de estudiantes.
Dejando atrás los errores de sus antecesores, considero que es tiempo de la “Triple E”, Esperanza, Educación y Empatía; nuevo reto que se puede vencer, generando una relación fraterna y de respeto mutuo entre el Ministerio de Educación y las Universidades, respetando los espacios y atribuciones que a cada uno le corresponde.
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