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Los caviares son malignos

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Fecha Publicación: 21/09/2023 - 22:30
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En varios países de Occidente, las políticas públicas fomentan en los menores de edad el mal llamado “cambio de sexo”. Los padres no pueden oponerse bajo penas que van hasta la cárcel. Esto significa que han perdido la patria potestad y que el Estado, a través de su sistema de salud pública financia con los impuestos de todos los contribuyentes estos hechos. ¿Puede un niño o un adolescente tener la suficiente madurez como para tomar una decisión irreversible que le afectará por el resto de su vida? Veamos.

Existen leyes en todos esos países gobernados por una burocracia y academia caviar normas que penalizan la pedofilia. Esto se sigue de que un menor de edad ante la ley es incapaz de dar su consentimiento para tener relaciones sexuales con un mayor de edad. En otras palabras, así haya dado su consentimiento este no vale nada a ojos de la ley y el perpetrador es perseguido y condenado con las penas más severas.

En el ámbito de la vida ciudadana, la unanimidad de las constituciones democráticas del mundo, esto es, de Occidente, permiten que la voluntad de elegir la ejerzan exclusivamente los mayores de edad. Se supone que esta mayoría de edad permite discernir lo que más le conviene al votante y a la sociedad. Un menor de edad, pese a ser persona humana no está, según la ley en potestad de saber qué es lo que mejor le conviene a él y a la sociedad. Incluso para ser electo representante popular o designado la ley acota ciertos parámetros de edad porque considera que una persona tiene que tener una edad mínima para representar al pueblo en una legislatura. En el Perú la mayoría de edad se ejerce a los 18 años y para representar al pueblo la constitución exige un mínimo de 25 años. Si esto es así, ¿cómo puede darse el absurdo de que niños o adolescentes tengan la suficiente madurez para decidir por sí y ante sí que quieren “cambiar de sexo”? ¿Cómo en países como Canadá un muchacho o muchacha que recién está aprendiendo sobre la vida a los 14 años puede evadir la tutela de sus padres, ponerse bajo la del Estado y decidir que ya no quiere ser hombre o mujer?

Sucede lo mismo en Argentina o España donde las edades oscilan en los 16 años. ¿Cómo es posible esta incongruencia lógica de que un muchacho no pueda votar, pero sí decidir sobre un hecho irreversible que lo marcará para toda su vida? Si un mayor de edad se equivoca en el voto puede padecer un mal gobierno y reemplazarlo cuatro o cinco años después por otro.

Pero si se equivoca a los 14 o 16 años como sucede en las llamadas sociedades occidentales “progresistas” pues no hay vuelta atrás. El error es de por vida. El adoctrinamiento e ideologización caviares no sólo es ilógico, sino ciertamente maligno. Se trata de deformar la mente de un niño o un adolescente que no está cultural ni mentalmente preparado para tomar una decisión de esa naturaleza. Distinto es el caso de un hombre o una mujer adulta que pueden hacer con su cuerpo lo que les venga en gana porque tienen la facultad y la libertad de discernir qué es lo que mejor les conviene para su vida.

El doble estándar caviar y su hipocresía constituye una malignidad. Fomentar en los niños y adolescentes la posibilidad de “cambiar de sexo” a través de propaganda y políticas públicas es tan atroz como el fomento de la pedofilia por la cual se rasgan las vestiduras los caviares. Es saludable y positivo que en el mundo esta malignidad esté siendo combatida en varios países como el Perú, en el cual se quiere introducir por la ventana de jueces al servicio de la ideología caviar una serie de “cambios” sociales que ni la ley ni la constitución amparan. Lamentablemente ese espacio de lucha ha sido solo recogido por creencias religiosas que ponen a Dios como argumento. La fe es importante, pero es la lógica y el sentido común desde los que se debe dar la batalla cultural desenmascarando a los malignos.

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