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Los caminos del Vía Crucis en la salud pública peruana

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Fecha Publicación: 19/04/2025 - 22:30
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Semana Santa es tiempo de reflexión. Tiempo de silencio, fe, y también de mirar el sufrimiento humano con compasión. En Perú, miles de pacientes enfrentan su propio “Vía Crucis” cada día cuando intentan acceder a atención médica en un hospital público. No llevan cruces de madera, pero sí de burocracia, indiferencia, pobreza y desatención. El camino hacia la salud muchas veces es largo, humillante e incierto.
A continuación, repasamos las principales “estaciones” de este camino de dolor, que miles de peruanos recorren sin cámaras, sin procesiones, pero con el mismo peso de una cruz.
La primera dificultad empieza desde la madrugada: colas interminables, pacientes que llegan desde muy temprano (o incluso la noche anterior) para obtener una cita. Muchos ni siquiera la consiguen y deben volver otro día. Si se logra conseguir una cita, comienza el tránsito entre especialidades. Un paciente debe pasar primero por medicina general para recién ser derivado a un especialista, cuya atención puede demorar meses. Mientras tanto, la enfermedad avanza. Aquí influyen factores como la escasez de especialistas, agendas sobresaturadas y la ausencia de un sistema de referencia y contrarreferencia eficiente.
Superado ese paso, aparecen nuevas barreras: análisis y exámenes que se programan con semanas o meses de retraso; falta de reactivos, equipos malogrados o personal que solo atiende en horarios limitados. Incluso si el diagnóstico se obtiene, no hay garantía de acceso a medicamentos. Muchos pacientes deben comprarlos por su cuenta, enfrentando precios elevados. Esto ocurre por una mala gestión de compras públicas, deficiencias logísticas, presupuestos insuficientes y, en algunos casos, corrupción.
La infraestructura no escapa a este panorama: camillas oxidadas, baños inoperativos, techos con filtraciones, ascensores malogrados. Algunos pacientes son atendidos en sillas plásticas o incluso en el suelo.
A ello se suma un aspecto humano: muchos pacientes relatan maltratos, indiferencia o deshumanización. Las razones son claras: personal agotado, mal pagado, sin apoyo emocional ni incentivos.
La escena más dolorosa: personas que mueren esperando una operación urgente que nunca llega, por falta de salas, camas UCI o insumos básicos. Esta tragedia es producto de una burocracia paralizante, hospitales colapsados y la ausencia de mecanismos ágiles para derivación de casos críticos.
Este recorrido de dolor no debería ser la norma. La salud es un derecho humano, no una prueba de resistencia. En Semana Santa, mientras recordamos el sufrimiento de Cristo, pensemos también en el sufrimiento anónimo de miles de peruanos que enfrentan un sistema profundamente deshumanizado.
Que esta Semana Santa nos inspire a luchar por un sistema que acompañe, sane y dignifique. Porque no hay mayor acto de fe que construir un país donde nadie tenga que sufrir para ser atendido.
@SandroStapleton

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