López Obrador y su política exterior del capricho
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, se salió con la suya. No entregará la presidencia pro témpore de la Alianza del Pacífico al Perú, como correspondía, de conformidad con el Acuerdo Marco de la propia Alianza que integran, además, Chile y Colombia.
El mandatario azteca, que desprecia a este tratado promotor de una integración económica profunda, y que es un instrumento jurídico internacional vinculante, de conformidad con la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969, lo hará a su homólogo chileno, Gabriel Boric, y esta solución es realmente una que altera la forma y el fondo del acuerdo y que hasta puede terminar hundiendo políticamente al más importante bloque de integración económica a que habían llegado los cuatro países de la región de América Latina hace más de una década en que fue creada conforme la ideara el desaparecido presidente de nuestro país, Alan García Pérez.
La primera pregunta que salta a la vista es: ¿qué pasará cuando luego de la efímera presidencia chilena -un gesto que debe ser relievado para buscar una salida a la crisis y que agradecemos por supuesto-, la presidenta Dina Boluarte, en pleno ejercicio del liderazgo de la Alianza, convoque a los demás mandatarios del bloque? López Obrador y su compinche colombiano, Gustavo Petro, van a pasarla por alto, buscando deliberadamente humillarla, y no necesito fungir de Nostradamus para afirmarlo.
¿Tiene sentido exponer a nuestra presidenta sobre todo si tenemos presente el grave detalle que cuenta con un frente internacional crecientemente adverso por la malísima imagen del Perú hasta ahora no neutralizada o revertida dado que ha cundido la idea de que ejerce un mandato en la condición de usurpadora del poder político? Mi apuesta siempre fue por el control de daños de la Alianza del Pacífico y ello suponía mantener por lo menos el nivel empresarial lo menos perjudicado posible, a fin de que esa cuerda caminara con la menor cantidad de sobresaltos que tanto abundan en el nivel político.
¿Por qué hemos aceptado este tipo negociación que impacta al sentido y la norma del Acuerdo Marco que establecía que la presidencia pro témpore debía seguirse alfabéticamente correspondiendo al Perú porque después de la M de México sigue la P de Perú, lacerando la dignidad nacional en nuestra política exterior? ¿Por qué desesperarnos si ya podíamos actuar ejerciendo nuestra presidencia de la Alianza pues nada lo impedía jurídicamente?
Lo que se viene será un deterioro político mayor de la Alianza del Pacífico cuando debimos esperar mejores tiempos en México como, por ejemplo, que López Obrador deje la presidencia el año entrante. En diplomacia el tiempo cumple un rol relevante.
Como el avestruz que no quiere mirar la realidad de lo acontece a su alrededor prefiriendo esconderse enterrando su cabeza, así está nuestra política exterior, como si no supiéramos lo que se viene próximamente y, en cambio, hemos terminando aceptando los caprichos de un gobernante que no se merece México, siempre lindo y querido.
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