“Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra, la entiende y la pone en práctica”
Queridos hermanos, estamos ante el Domingo XV del Tiempo Ordinario. La Primera Lectura es del profeta Isaías, que compara la lluvia y la nieve con la Palabra de Dios. “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de fecundar la tierra, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad”. La Palabra de Dios es acción, es dinamismo, provoca en nosotros un cambio si la escuchamos y la deseamos en el corazón.
El Salmo Responsorial, que es el Salmo 64, dice que “la semilla cayó en tierra buena y dio fruto… Las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan”. Está hablando en la mentalidad rural que tiene el pueblo de Israel.
La Segunda Lectura es de la Carta a los Romanos y afirma que “la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios”. Jesús se ha hecho hombre para cambiar nuestra naturaleza de pecado y darnos gratuitamente su naturaleza divina.
Esto es lo que Dios quiere hacer contigo y conmigo. ¿Qué nos da esta naturaleza divina? La vida eterna. Se nos pregunta en el bautismo: “¿qué te da la fe?”, y respondemos: “la Vida Eterna”. “La creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios”, que nos viene dada gratuitamente a través del kerygma y se sella con el bautismo, recuperado por la iniciación cristiana.
En el Aleluya cantamos: “La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; quien lo encuentra vive para siempre.” En el Evangelio de San Mateo se nos habla del sembrador. Jesús es el sembrador que siembra en nosotros la semilla de su naturaleza a través de la predicación. Se puede ver en el texto cómo es que había mucha gente que seguía a Jesús. Algunos no acogían la Palabra, caía en terreno pedregoso y no tenía raíz en sí mismo. Por eso, qué importante es escuchar, acoger la Palabra y ponerla en práctica.
Muchas veces no acogemos la palabra de Dios porque, como dice el profeta Isaías, “nuestros ojos no ven, nuestros oídos están cerrados y no oyen, y nuestro corazón está embotado”. Nuestros oídos son duros, nuestros ojos nos impiden ver la actuación de Dios en nuestra historia. ¿Cómo se embota el corazón del hombre? Los Padres de la Iglesia dicen que es por el amor al dinero, al poder, a nosotros mismos, creernos dioses. Explica San Mateo que Jesús habla en parábolas para que escuchen los elegidos de Dios y la pongan en práctica la Palabra. Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno». Por eso hermanos se nos presenta el Reino de Dios para que seamos felices en medio de esta pandemia que estamos viviendo y que no termina. Pongamos en práctica la Palabra, que trae vida eterna al hombre de hoy. Entremos en reconciliación para que Dios nos regale la comunión de los unos con los otros. Esta pandemia es un redescubrimiento de la familia, de la solidaridad al ocuparnos de los demás, del más cercano, del más pobre, de nuestro prójimo. Allí está Dios.
Obispo emérito del Callao