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Lo ingrato de la política

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Fecha Publicación: 16/07/2020 - 20:10
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El pasado 25 de junio ex primeros ministros fuimos gentilmente convocados a las instalaciones de la Presidencia del Consejo de Ministros en el cercado de Lima, por su otrora titular Vicente Zeballos, con la finalidad de dialogar e intercambiar pareceres en temas de gestión pública que pudieran ser de utilidad para mitigar los efectos de la pandemia del Covid-19 en materia de salud pública y en la reactivación de nuestra economía severamente contraída. La cita duró más de tres horas en la cual además del anfitrión participó la ministra de Economía María Antonieta Alva y la viceministra de Salud Pública Nancy Adriana Zerpa y donde el propio premier solicitó a los presentes que estas reuniones fueran periódicas.

Este gesto democrático de búsqueda de consensos entre quienes desempeñaron iguales funciones al interior del Poder Ejecutivo en pro de una Agenda País sin distingo de camisetas políticas fue resaltado por los asistentes; hasta ahí nada hacía presagiar que veinte días después sería renovado el Gabinete Ministerial, nada menos que en doce portafolios (de un total de diecinueve) incluido el de la presidencia del Consejo de Ministros, cambios que sabemos pueden darse en cualquier momento por ser cargos de confianza y para lo cual no se requiere “expresión de causa”, por ser una potestad “discrecional” del jefe del Estado, sin embargo lo imprevisto del recambio sí sorprende, porque a juzgar de la convocatoria de fines de junio (hablo a título personal), la actitud del premier y sus ministros, no parecía ser de quienes están de salida, de quienes preparan una eventual entrega de cargo, por lo menos en fecha tan próxima.

Cierto es que se ha hecho costumbre que en Fiestas Patrias o cierre de año, se aproveche de las festividades para renovar algunas carteras a efectos de oxigenar al Ejecutivo, pero no es lo usual, salvo ocasión de censuras o escándalos políticos, que sea el propio presidente del Consejo de Ministros el cambiado, obligando a la renuncia de todo su gabinete.

¿Que eran previsibles los cambios?, sí. ¿Que se requería con urgencia GESTORES más que políticos en esta coyuntura de pandemia y economía en picada?, sí. Pero diera la impresión y reitero, la impresión, que quienes se comieron ser parte de un gabinete post disolución de un Congreso, el chambear en las primera líneas de contención para enfrentar la emergencia sanitaria, de atender ya sea en forma física o remota, largas horas de presentación en Comisiones y Plenos del Parlamento, no se esperasen (según ha trascendido), que al retornar de sus jornadas de trabajo, en su caso, desde provincias, en horas de la noche, les comuniquen de su salida, que en sólo unas horas al llegar la mañana, serían reemplazados en sus cargos, no dando lugar siquiera a echar un vistazo por última vez a sus despachos aún como “ministros”, apenas si el tiempo justo para redactar sus renuncias. ¿Y las formas?

¡Lo ingrato y transitorio de la política!