«¡Llega el esposo, salid a recibirlo!»
Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, dentro de nada comenzaremos el nuevo año litúrgico. ¿Qué dice la primera Palabra del Libro de la Sabiduría? Dice: “La sabiduría es radiante e inmarcesible… Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen”.
¿Qué es tener sabiduría? Es tener el Espíritu Santo, es decir, tener discernimiento sobre tu vida, tu historia, sobre lo que te pasa; esto es lo más importante en la vida del hombre.
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Respondemos con el Salmo 62: “Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío”. ¿De qué tenemos sed? De lo Eterno. El que busca la vida en la droga, en el alcohol, en el sexo, en ser alguien, es porque está buscando lo Eterno, busca a Dios. Por eso dice el Salmo: “Mi carne tiene ansia de ti como tierra reseca agostada sin agua”. Todos tenemos dificultades, hermanos. “A la sombra de tus alas canto con júbilo”, en esta sombra nos está esperando el Señor.
La segunda Palabra es de San Pablo a los Tesalonicenses, que comienza diciendo: “No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos”. Morimos y ¿a dónde vamos? Dice la Palabra: “…cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.” Por tanto, hermanos, si dejamos de predicar a Cristo caemos en un nihilismo, ya no creemos en nada.
Por eso vemos tanto suicidio, vacío, tristeza, oscuridad. Cristo viene a darle sentido a la vida, no podemos quitar a Cristo de nuestra vida, sino nos encontraremos con el sin sentido de la muerte.
El Evangelio es la respuesta a la segunda Palabra. ¿Qué es este aceite del que habla la parábola del Evangelio? Es el Espíritu Santo, es decir, como dice san Agustín, tener dentro de ti el amor para que puedas amar gratuitamente al otro tal cual es. Pero, al igual que estas doncellas, todos nosotros estamos dormidos frente a la historia que está haciendo Dios con nosotros y por ello no sabemos responder.
Y hoy en esta Eucaristía hay una voz que nos dice: “¡Llega el esposo, salid a recibirlo!” Las doncellas prudentes les dijeron a las otras: “…mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” ¿En qué tienda podemos encontrar este aceite? ¿Dónde se da gratis el aceite? Solamente en la Iglesia. Hermanos, buscad este aceite que la Iglesia te ofrece gratuitamente, “velad, porque no sabéis el día ni la hora”.
En el Juicio Final se verá si tenemos este aceite, si hemos amado. En la convivencia con el otro vemos que carecemos de este aceite, que no podemos amar, ánimo, porque el Señor quiere darte hoy de este aceite para que puedas tener dentro de ti Vida Eterna.
Ánimo, hermanos, Jesucristo ha vencido la muerte, recibamos gratuitamente el Espíritu Santo, es lo que deseo para nosotros este Domingo. Que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo esté con todos vosotros. Recen por mí.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao.
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