Libertad de transito internacional vs. soberanía del Estado
Las complejidades migratorias que vemos en diversas partes del mundo como es el caso de los latinos que buscan cruzar la frontera mexicano-estadounidense o de los africanos subsaharianos que quieren llegar hasta las costas europeas cruzando el peligroso Mar Mediterráneo, por ejemplo, vuelve a poner en debate la crucial circunstancia migratoria que el derecho internacional no puede soslayar. Lo anterior nos lleva a reconocer que existe un antiguo e intenso debate en la doctrina del derecho internacional migratorio, que ha llegado hasta el sistema contemporáneo con un rostro social internacional dramático y que por esta realidad se encuentra como prioridad o privilegio a la hora de determinar derechos o prerrogativas entre la libertad de tránsito internacional o de libre movilización de los migrantes y la pétrea soberanía del Estado por el principio de inviolabilidad de las fronteras. Por el primero, los migrantes sea cual fuera la circunstancia de su movilización internacional, deben ser apreciados desde una connotación de los derechos humanos inmanente frente al ius territoriale del Estado que decide quien ingresa en el suelo nacional. En el transcurso de la construcción de la sociedad internacional, fue luego de la Paz de Westfalia de 1648, que le puso punto final a la Guerra de los Treinta Años en Europa, que el mundo fue determinado por el respeto de las fronteras nacionales las que no podían ser invadidas o violentadas –una característica del orden mundial por varios siglos, y donde solamente el consentimiento del Estado cuenta la exclusividad de permitir el acceso de los inmigrantes. Este debate ha llevado incluso, a que se organicen reuniones internacionales en el tamaño de cumbres –una de las más celebradas fue la Conferencia Intergubernamental para el Pacto Mundial sobre Migración de Marrakech, Marruecos (10 y 11 de diciembre de 2018)–, para buscar un punto ecléctico en la idea de que por el referido equilibrio ambas pretensiones debían ser consideradas. A la luz de los últimos acontecimientos en el planeta, en el realismo político de las relaciones internacionales, lo que debe advertirse es que la pandemia que vivimos ha empoderado a los Estados bajo la dinámica westfaliana y su mayor evidencia fueron las determinaciones unilaterales nacionales sobre las fronteras estatales cerrándolas para evitar los contagios por la Covid-19, que vimos cómo impactó desde 2020. En rigor, esta dominante actitud de Estado, ha permitido a países como Estados Unidos de América o Japón, conservar intraestatalmente un statu quo de tranquilidad nacional como derecho preeminente para el modus vivendi de su sociedad nacional cuidándose del peligro o las vulnerabilidades derivadas de la presencia exógena o foránea. La única verdad que debe ser aceptada hasta por los xenófobos es que al final, la migración siempre produce una consecuencia positiva para los Estados.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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