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Libertad de expresión
Dentro de los derechos fundamentales de la persona, nuestra carta fundamental consagra las libertades de información, opinión, expresión y difusión del pensamiento mediante la palabra oral o escrita o la imagen, por cualquier medio de comunicación social, sin previa autorización ni censura ni impedimento alguno, bajo las responsabilidades de ley; los delitos cometidos por medio del libro, la prensa y demás medios de comunicación social se tipifican en el Código Penal y se juzgan en el fuero común; es delito toda acción que suspende o clausura algún órgano de expresión o le impide circular libremente; los derechos de informar y opinar comprenden los de fundar los medios de comunicación. Vale la pena reflexionar acerca de tan importante derecho humano, el mismo que está estrechamente relacionado con otros derechos y libertades fundamentales, los cuales se apoyan en esta libertad para conseguir su realización.
Revisando la historia, la Ilustración marca un hito en la libertad de expresión y de imprenta; Montesquieu con su “espíritu de las leyes” (1748) inspiró a los líderes de esas épocas a recoger en sus documentos constitucionales la necesidad de garantizar la libertad de los ciudadanos para expresar sus ideas; la Declaración de Virginia (1776) considera a la libertad de prensa como uno de los baluartes de la libertad, sentando las bases del “modelo de derechos norteamericano”; pocos años después, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) dispone la libertad de opinión y la libre comunicación de los pensamientos y opiniones; a partir de este último documento, ninguna constitución ha prescindido de dar garantía al derecho fundamental de la libertad de expresión, siendo imprescindible para el desarrollo personal y relevante para el progreso de los Estados; la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) reformula el concepto de libertad de expresión, incluyendo la libertad y/o derecho a la información. En el caso de nuestro país, resulta trascendente la Constitución de Cádiz (1812), la misma que consagra la libertad de escribir, imprimir y publicar las ideas políticas, aboliendo los juzgados de imprentas y la censura de las obras políticas precedente a su impresión; con ello se inicia la proliferación de toda clase de géneros literarios, algunos a favor y otros en contra de la corona española.
La “freedom of speech”, desde su origen, ha servido como instrumento de desarrollo personal y medio para garantizar otros derechos individuales; el Estado está obligado a reconocer y garantizar la facultad de comunicar libremente las ideas, de esta manera las personas podemos externalizar nuestra inquietudes, satisfacciones e inconformidades, también será posible desarrollar nuestras potencialidades; solo seremos libres en la medida en que sea posible expresar nuestras opiniones, también cuando nadie nos obligue a expresarnos en determinado sentido; el ejercicio de este derecho también acarrea responsabilidad, es decir, debemos hacer un buen uso de esta prerrogativa.
La libertad de expresión también constituye una poderosa herramienta para la expansión del conocimiento, siendo esta una dimensión social; la manifestación de las ideas por medio de la palabra (oral o escrita), mediante símbolos o imágenes, es una muestra del caro anhelo del ser humano por participar en sociedad; restringir o prohibir esta libertad no solo afectaría al individuo, sino a la sociedad misma, privándola de la posibilidad de conocer, aceptar o rechazar la palabra u obra de quienes la conforman.
Finalmente, la libertad de expresión representa la piedra angular en la existencia misma de una sociedad democrática, por medio de ella podemos difundir nuestras convicciones por medio de los canales que la propia democracia proporciona; este derecho es una de las conquistas más importantes que la humanidad ha obtenido en su lucha constante por el reconocimiento de la dignidad humana. La sana convivencia en sociedad implica tres aspectos fundamentales: derechos, democracia y conformidad con los principios del Estado de derecho; estos deben mantener una mutua dependencia, sólo de esta manera lograremos consolidarnos como una sociedad buena, donde la crítica no sea un lujo o excepción, sino una necesidad; sin ella, la democracia perdería sentido, orientación y razón de ser.