Leviatán
Thomas Hobbes concibió el Leviatán como un monstruo marino todopoderoso que mantenía el orden y la paz en la sociedad. Cuando escribió esta obra en el siglo XVII, Hobbes fue testigo de guerras civiles en su país, así como convulsiones políticas y sociales a raíz del tema religioso. Una época movida, cansada de sobresaltos y deseosa de paz, orden y seguridad. Esto, por supuesto, trae consigo ciertas incomodidades y hasta sacrificios, de acuerdo a cuán caótica se encuentre la sociedad. Porque es esta sociedad, cada integrante individualmente tomado, la que debe entregar sin reservas sus derechos naturales y políticos al Leviatán. Se supone que esto implica estar a merced de un poder absoluto, no concedido por el cielo (derecho divino de los reyes), sino de un pacto social, adelantándose a Rousseau. A diferencia de este, sin embargo, Hobbes es realista y se da perfectamente cuenta de que en lo que él llama idealmente “estado de naturaleza”, “el hombre es el lobo del hombre”. Está en lo cierto, tal como posteriormente, ya en el siglo XIX, Darwin postula el struggle for life para explicar su teoría científica evolutiva. El tema es que parece más probable la realista hipótesis de Hobbes que la idealista de Rousseau, más próximo a un veganismo intelectual. Al punto. Tengo la impresión, tanto en el ámbito nacional como internacional, de que el mundo está en caos, ya sea por sus sistemas políticos agotados por la historia, ya por haber sido sobrepasado por las circunstancias del primer cuarto del siglo XXI (baste con ver aquí el patético enfrentamiento entre todos los poderes del Estado y los organismos autónomos sin que se encuentre una solución dentro del sistema). En síntesis, lo que quiero decir es que el mundo va en una clara dirección de cambio a liderazgos fuertes y dinámicos, matices más o menos, porque la gente común y corriente exige ley, orden, paz y seguridad. Se trata del fin de una era ya en agonía hace mucho tiempo, pero que ahora se cae de madura. Su ciclo ya pasó. Ya en nuestra realidad, no veo aún una personalidad capaz de asumir los plenos poderes del Leviatán por las consecuencias y reparos de una época caduca que está en su crepúsculo. Pero lo cierto, lo concreto y lo real es que, inevitablemente, al final del camino, el Leviatán terminará imponiéndose. Es el signo de los tiempos.
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