«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
Estamos ante el Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario. La primera Palabra que nos da la Iglesia es del libro Segundo de Los Reyes, donde relata la curación de Naamán, jefe del ejército Arameo, que era leproso y que fue curado sumergiéndose siete veces en las aguas del río Jordán, como le ordenó el profeta Eliseo. Es absurdo lo que le dice el profeta: “vete y lávate siete veces”. No tiene que ofrecer sacrificios, ungüentos, no tiene que hacer nada más que sumergirse, un signo de lo que es el bautismo, el itinerario bautismal. Naamán retorna donde el profeta reconociendo en Él el mediador de Dios y profesa su fe en el único Señor. La lepra es un signo de impureza, sin embargo, el Señor la cura, como veremos también en el Evangelio, donde el Señor cura a diez leprosos, signo de toda la humanidad. Diariamente vemos cómo la lepra del pecado desfigura al hombre y a la sociedad. El orgullo y el egoísmo engendran en el corazón humano la indiferencia, el odio y la violencia. El rostro de la humanidad viene a ser desfigurado por esta lepra incurable para el hombre. Sólo Dios, que es amor, puede curarnos de esta enfermedad. ¿Cómo? Abriendo el corazón a Dios, y Él, que tiene misericordia y nos ama, nos invita a no creernos superiores a nadie. Resulta interesante notar que, de estos diez leprosos, solamente uno retorna a dar gracias a Dios. ¿Por qué? Por nuestro corazón desagradecido. Reconozcamos al Señor como nuestro verdadero salvador, reconozcamos su misericordia; como lo hizo el samaritano del Evangelio. Hoy nos dice el Señor: “levántate, tu fe te ha salvado”. Nos invita a todos a dar gracias a Dios, es decir, a ponernos a los pies de Jesús, esta es la misión de la Iglesia, llevar al mundo de hoy quién nos puede salvar, quién nos puede curar. Es lo que podemos mostrar al mundo después de esta pandemia, es Él quien nos puede salvar.
Por eso, hermanos, respondemos con el Salmo que nos ayuda hoy a dar Gloria a Dios, a decirle que en Él está la salvación y que es la salvación universal: “Cantad al Señor un cántico nuevo… revela a las naciones su justicia”. Ánimo, hermanos, Dios viene a salvarte a ti y a mí, convirtámonos al rostro de Jesús. El único que quiere curar nuestra lepra y tiene poder es Jesucristo.
La segunda Palabra que es de San Pablo a Timoteo dice: “Haz memoria de Jesucristo que está resucitado, y que Él tiene poder para resucitarnos a nosotros”. Jesús ha pasado como un malhechor, ¿para qué? para rescatarnos. Incluso ha pasado como si fuera un leproso. Había una tradición rabínica que decía que el Mesías vendría en forma de leproso. Dice el profeta Isaías: “como a uno que no se le mira el rostro”. A un leproso no se le ve el rostro porque está desfigurado, ese es Jesús. Le hemos desfigurado el rostro con nuestros pecados, con nuestros insultos, con nuestros golpes. Dice San Pablo: “si morimos con Él, viviremos también con Él. Si perseveramos, reinaremos con Él. El Señor nos invita este domingo a reinar con Él. Ánimo, lo más sólido que hay en este mundo es Jesucristo que quiere transformarnos y tiene poder hoy para resucitarte de la muerte, para perdonar todos tus pecados y comenzar de nuevo, es decir, empezar desde un hombre nuevo. Por eso ánimo, hermanos, retorna al poder de Jesucristo y que el poder de Jesús, con mi bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, esteécon todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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