Leguía y Fujimori
Augusto B. Leguía y Alberto Fujimori fueron estadistas, pues no todos los presidentes del Perú lo fueron. ABL gobernó al comienzo del siglo XX (1908-1912; y 1919-1930) y AFF, al final de la misma centuria (1990-2000). Ambos tuvieron visión geopolítica como ningún otro gobernante peruano.
En efecto, ABL acercó al Perú al que asomaba, luego del final de la Era Victoriana –gran parte del siglo XIX bajo los dominios de Inglaterra–, y de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), como el nuevo hegemón del planeta: Estados Unidos de América.
Por su parte, AFF, mirando hacia Asia –la denominada Cuenca del Pacífico, que investigábamos mucho en la Cancillería, allá por los años 90–, y aprovechando su circunstancia de origen japonés (ius sanguinis), pues fue peruano de nacimiento (ius soli), acercó al Perú con el país más prometedor por ese momento, consiguiendo nuestro ingreso en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en 1998, la más grande liga de economías del planeta (21 exactamente), y de la que, en dos meses más, seremos por tercera vez anfitriones.
Los dos resolvieron problemas fronterizos al verlos en estado pendiente como óbices para nuestro desarrollo. ABL cerró nuestra frontera con Colombia en 1922 (el asunto de Leticia y el Trapecio Amazónico) y con Chile, acabando con una chilenización de 46 años, por el Tratado de Lima de 1929 que permitió que Tacna fuera reincorporada al Perú, acabando los problemas fronterizos terrestres con Chile.
AFF puso fin a las rencillas y roces periódicos con Ecuador, país con el que, luego del conflicto de 1941, y de la firma del Protocolo de Río de Janeiro de 1942, soportamos los conflictos del Falso Paquisha (1981) y Alto Cenepa (1995), hasta que, en 1998, los presidentes Alberto Fujimori y Jamil Mahuad firmaron el Acta de Brasilia que dio paso al Plan Binacional de Integración Fronteriza, constituido en un modelo de integración bilateral.
Mientras ABL acabó con la República Aristocrática en 1919, AFF lo hizo con los partidos políticos en 1990, abriendo la era de los movimientos, que fueron agrupaciones espontáneas, pragmáticas y sin ideologías. De hecho, al APRA, el partido de Víctor Raúl Haya de la Torre, su histórico líder fundador, que este año celebra su centenario, no le fue bien con ABL ni con AFF.
Con el primero, porque ABL los persiguió y muchos, como el propio Haya, se exiliaron. Con el segundo, porque, aun cuando lo apoyaron en 1990 para impedir que Mario Vargas Llosa ganara la presidencia, por el autogolpe de 1992, la tácita alianza electoral quedó rota y el APRA no participó en el Congreso Constituyente Democrático (CCD), que acabó con la Constitución firmada por Haya en 1979, dando paso a la Carta Magna de 1993, que la superó.
Los dos fueron golpistas –ABL en 1919 y AFF en 1992– y persiguieron a los sindicatos izquierdistas de sus épocas. Sus gobiernos fueron fuertes y, yo diría, antes que dictadores, ambos fueron inocultables autócratas. Por su carácter, dieron el paso que otros gobernantes mediocres no se atrevieron a dar, y por sus aciertos y sus errores, el precio fue muy alto: fueron satanizados y terminaron encarcelados.
ABL, lamentablemente, murió preso (1932), y AFF (2024), felizmente, en libertad. En el balance, fueron grandes y por eso serán recordados.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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