Lecciones de un gol
Por Edistio Cámere
Gracias a la “magia” del YouTube puede recordar aquel partido de Perú en el que Juan Vargas, a escasos cuatro minutos para que el árbitro diera por finalizado el partido con Argentina, se hizo del balón y se lanzó con más fuerza, pundonor y coraje que técnica hacia la portería contraria apilando rivales. El público se sacudió de su letargo para seguir expectante la arremetida del jugador. Un estentóreo y unísono grito de gol retumbó en el estadio y la alegría se apoderó del rostro de los hinchas. Con el empate renacía la esperanza de llegar a la clasificación.
En cualquier grupo destaca quien, definida la meta, no se arredra ante las dificultades, lucha hasta conseguirla, incluso pese a que los demás desistan en el intento. Son aquellos que se mantienen fieles en el cumplimiento de sus deberes y obligaciones deteniéndose –por ejemplo- ante una luz roja a pesar de que otros la sorteen orondos. Gracias a estas personas, las instituciones funcionan y las buenas costumbres persisten. Incluso son capaces de pechar las consecuencias asumiendo las defecciones de sus compañeros. Para ellos, aunque a veces les suponga momentos incómodos, son importantes los principios y el actuar con coherencia.
A contrapelo, también en las colectividades se encuentran quienes prefieren vociferar, reclamar y discutir cuando las cosas no fluyen como a ellos les parece; es más, vetan las soluciones creativas, porque afectan a sus intereses, y la falta de compromiso absorbe sus energías. Son los mismos que se suman ante cualquier demanda en la que entrevean un beneficio personal, eso sí, que se les ‘exonere’ de trabajo o de esfuerzo para conseguirlo.
Son representativos de este grupo quienes ante cualquier proposición encuentran un pero o una alternativa distinta, sembrando desconcierto o una gran estela de pesimismo. Su inacción los convierte en una rémora que les vendría bien reflexionar acerca de: No preguntes lo que el Perú puede hacer por ti sino más bien qué puedes hacer tú por aquél.
Una tercera lectura tiene que ver con aquellas frases que se escuchan de modo recurrente: “No te preocupes, si Dios es peruano”; “Mañana veremos, ya se me ocurrirá algo”; “Depende con que ánimo estén”; “Déjalo, alguien lo hará”, etc. Ciertamente, esta actitud hace rendir excesivo tributo al ahora, al pasarla bien; no obstante, esconde una falta de visión histórica que, en cierta manera, predica desinterés mayúsculo por el planeamiento y la solidaridad con los que vienen después. ¿Qué otra razón explica que en el Perú siempre se está comenzando de nuevo? Concluyo copiando un acertado comentario del escritor peruano Alonso Cueto que, a mi juicio, da en el blanco.
“Entre nosotros prima la idea del ahora en lugar de la idea del futuro. Tal vez abrumados por las grandezas del pasado, tenemos muy poca confianza en las grandezas que podemos lograr en el futuro, y por eso tenemos una idea muy pequeña del futuro. Siempre es una idea dominada por el momento. La improvisación es una consecuencia de eso”.
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