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Latinoamérica al garete

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Fecha Publicación: 02/08/2024 - 23:00
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Hace mucho tiempo que la geopolítica latinoamericana atraviesa por sus momentos más dramáticos. Empezando porque la OEA, el organismo que la representa —junto con Norteamérica, protagonizada por Estados Unidos y Canadá— de la misma forma ya ha dejado de ser, hace mucho tiempo, aquel cenáculo donde solo las mentes brillantes moldeaban un continente, ahora a todas luces precario y dividido en dos bloques antagónicos: el democrático y el totalitario. Con el agravante de que este último, el totalitario, avanza como un cáncer decidido a metastizarse por todas las naciones latinoamericanas. Mientras el ala democrática se desentiende, a cada instante más, de su rol principal: encabezar una América unida, sólida y coherente; en lugar de esta versión disparatada y discordante que día a día avanza más hacia el escenario de alguna jamás imaginada implosión social, económica y política.
Es evidente que la causa principal de esta tragedia es el abandono, desentendimiento, desinterés y alejamiento que, de manera progresiva —pero con mayor énfasis durante el reciente quinquenio— viene demostrando Estados Unidos respecto a los países latinoamericanos en general. ¡Es palpable lo que afirmamos! Un ejemplo claro lo tenemos en las delegaciones diplomáticas norteamericanas que sucesivamente se incorporan a su embajada en el Perú. Progresivamente estas han perdido nivel, demostrando una indiferencia que ofende a quienes hemos cultivado las relaciones del Perú con la, todavía, principal potencia del planeta. O, asimismo, esa pérdida de interés que demuestran los inversionistas estadounidenses por la región, dejando libre el territorio latinoamericano a capitales imperiales, ideológicamente contrapuestos. Como aquella lluvia de inversiones multimillonarias que vemos crecer como espuma, procedentes de una China que avanza vertiginosamente en su misión de convertirse muy pronto en la primera potencia mundial.
Evidentemente, esta transformación política del gigante norteamericano se plasma en el panorama desolador de un fragmentado continente americano; con una América Latina cada vez más pobre, cada vez más frágil, cada vez políticamente más radicalizada; y, en consecuencia, a cada momento ideológicamente más alejada de su propio continente, e integrada a los bloques políticos antagónicos a los Estados Unidos de América, como se autodenomina.
El drama que vive Venezuela —hace un cuarto de siglo— es simbólico para demostrar el desinterés de la todavía primera potencia mundial. Porque, precisamente, Estados Unidos de América forma parte del mismo continente que, en estos momentos, debate su desintegración política; materializada en la clara voluntad de Venezuela por pasar a integrarse al bloque totalitario que lideran China y Rusia. El problema es que, junto a Venezuela, la América contemporánea ha dado paso a varias naciones gobernadas por regímenes comunistas (México, Colombia, Chile, Nicaragua, Cuba, Bolivia, por citar algunas). En consecuencia, el drama geopolítico que hoy enfrenta el Perú es sumamente peligroso. Sobre todo, conociendo el desinterés que ahora transpira Washington por el subcontinente América Latina. Por cierto, la incapacidad de la OEA para conseguir los votos necesarios para —en realidad— rogarle a la Venezuela de Maduro que exhiba los resultados electorales autenticados, reafirma que Estados Unidos de América, primera potencia del orbe, ha perdido interés por el subcontinente.

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