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Las convicciones democráticas

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Fecha Publicación: 10/06/2023 - 21:20
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Cuántas veces hemos escuchado a nuestros políticos amparar su actuación en su profunda convicción democrática, y en la mayoría de los casos desconocer lo que esto implica. La Carta Democrática Interamericana nos habla de lo esencial que resulta la Democracia para el desarrollo social, político y económico, siendo el ejercicio de la democracia representativa la base del Estado de Derecho y solamente posible con una ciudadanía participativa e involucrada en los asuntos públicos del país.

La democracia es inherente al cabal respeto a los derechos humanos; comprende el sometimiento del poder estatal a la Constitución y la transparencia en la gestión de gobierno. Sin libertad de expresión ni de prensa, la democracia, simplemente, no existe; sin pluralidad de partidos políticos ni sufragios electorales libres, periódicos, justos y universales, la democracia se torna en un imposible. Una sociedad o un Estado que discrimina, un sistema judicial que no garantiza acceso a la justicia, un gobierno que es indiferente con los más vulnerables, desconoce lo que es la democracia.

A partir de estas características podemos construir un sentimiento de apego y afinidad a “lo democrático”, una identidad basada en nuestros principios y valores cívicos con un profundo sentido del deber y de la ética pública, que rechaza todo acto arbitrario, dictatorial, fuera del ordenamiento jurídico, todo intento de socavar la institucionalidad y nuestro poder soberano. Es así como las convicciones democráticas se forjan y deben expresarse en nuestro actuar para dejar de ser solamente parte del discurso político.

Las convicciones democráticas permiten que los diferentes pensamientos políticos concurran en una misma mesa para dialogar y encontrar puntos afines a partir de los cuales se pueda construir una agenda país en favor de la Nación, dejando de lado sus intereses personales y políticos. Esto no significa renunciar a principios ni pensamiento propio, sino la capacidad de poner de lado nuestro natural egoísmo y dar paso a nuestra empatía con prioridades afines al bien común, que no pueden depender de apetitos políticos ni intereses subalternos.

La construcción de un país más justo e igual es un compromiso tanto del Estado como de la sociedad, nos involucra a todos. Esto no será posible si es que no se forma la conciencia cívica desde las aulas escolares. Lograr egresados y profesionales con valores éticos e involucrados con la realidad nacional debe ser transversal a todas las carreras y ocupaciones. Conocer la Constitución y formarse en el respeto de los derechos humanos es un mandato constitucional que pocas veces se cumple. Lograr ciudadanos responsables, empáticos y conscientes es un imperativo si queremos cambiar nuestra historia política plagada de corrupción.

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