Las cavilaciones de Vizcarra
Pongámonos en la realidad, pensando mal para acertar. El mandatario Vizcarra dio un golpe de Estado. Por más que sus cuatro ayayeros del Tribunal Constitucional disfrazaran tal quiebre de la Carta Magna argumentando sandeces que atentan contra su deber de cuidar a la Constitución. Ese 20 de setiembre de 2019, Vizcarra clausuró in-cons-ti-tu-cio-nal-men-te el Poder Legislativo, incumpliendo soezmente los pasos constitucionales para clausurar el Legislativo. Para empezar, cerró el Congreso sin contar con el indispensable visto bueno del Consejo de Ministros. Nunca exhibió el acta respectiva. Los ministros se reunieron después de los hechos. El cinematográfico primer ministro Del Solar renunció sin haber rubricado el acta correspondiente. En consecuencia, Vizcarra es consciente de su golpismo, incoherentemente avalado por cuatro de los siete tribunos que ahí actuaron como gonfaloneros suyos.
Ahora retrocedamos en el tiempo. Como gobernador de Moquegua Vizcarra dejó obras -alrededor de cuarenta- que merecieron serias observaciones de la Contraloría. Más aún, el ex fiscal de la Nación Pedro Chávarry mencionó que existen en Fiscalía decenas de denuncias contra el actual mandatario y el inefable Edmer Trujillo, ex gerente de aquella región. Quizá la más notoria sea el Hospital Regional de Moquegua, nosocomio que Vizcarra empezó a construir hace diez años y aún continúa inconcluso. Pero al final del día, tan o incluso más responsable que el gerente es el gobernador de la región. De manera que apenas deje la jefatura del Estado Vizcarra tendrá que pasar por Fiscalía para explicar las cosas. Algo que sin duda lo tiene atormentado, dada esa legión de enemistades que ha acopiado durante su paso por Palacio de Gobierno. Otro aspecto que debe quitarle el sueño a Vizcarra es el episodio Chinchero.
Durante su breve gestión como ministro de Transportes y Comunicaciones, Vizcarra se compró el pleito del aeropuerto Chinchero en Cusco. Un proyecto que nació cojo y acabó con septicemia, infestado por corruptelas de distinta índole. ¿La más alarmante? Pues que quienes ganaron esa licitación carecieron de espaldas suficientes para financiar la obra. Pero entre PPK y Vizcarra se movieron como peces en el agua sugiriendo que el Estado superase el impedimento ¡poniendo el dinero! ¡Aunque los concesionarios se llevarían los beneficios sin invertir lo pactado! Asimismo, Vizcarra es consciente de que su recorrido por el gobierno nacional tiene que haberle creado más de una secuela, por las que acabará persiguiéndolo la Justicia.
Conclusión. Vizcarra necesita ganar tiempo. Le queda poco en el poder. Ante esta coyuntura, es previsible que se aferre a la presidencia vencido el plazo del 28 de julio 2021 que le fija la Carta. ¿Cómo? Recuerde, amable lector, que Vizcarra defenestró al Parlamento y convocó a elecciones que prohijaron a este engendro de Legislativo. ¡El quid está en negociar con él! Pronto veremos aparecer bajo la mesa transacciones corrompedoras. Por ejemplo, utilizar recursos públicos para beneficiar a quienes se allanen al proyecto de Vizcarra; y de otro lado, manipulando a la Fiscalía que maneja Palacio, comprobaremos intimidaciones judicializadas contra quienes se opongan a modificar la Constitución para facultar la reelección presidencial inmediata.