Lagartijadas electorales
La carrera electoral para el 2026 ya empezó, pero resulta que hay un caballo atascado en el partidor, o —para ser exactos— un lagarto. Se trata de Martín Vizcarra, suspendido por el Congreso de ejercer cualquier función pública y, como efecto legal, retirado por el Jurado Nacional de Elecciones del padrón de afiliados de su propio partido Perú Primero, con lo cual le colocaron definitivamente la tranca en el partidor.
No obstante, Martín Vizcarra no se da por vencido. Experto en triquiñuelas, leguleyadas y traiciones, cree que todavía tiene cartas bajo la manga. La primera es la demagogia descarada, en lo cual es un consumado practicante desde sus gloriosos días de gobernante. En su clásica retórica de mercachifle de baratijas, pretende convencer al público de ser víctima de una vil persecución política por parte de grupos de poder económico y político, asegurando que nada ni nadie impedirá que sea candidato.
Pero Vizcarra tiene además otros obstáculos que superar, como un juicio en curso y otro que aún está en control de acusación. Su panorama electoral es, pues, problemático, al menos desde el punto de vista legal y formal.
Por desgracia, en el Perú lo legal suele pasar a segundo plano ante lo político. Eso lo sabe muy bien Martín Vizcarra, autor de un golpe de Estado al cerrar ilegalmente el Congreso y hacerlo pasar como acto constitucional. Esta felonía antidemocrática, sin embargo, catapultó a Vizcarra al Olimpo de los dioses de la izquierda y del antifujimorismo, el partido más grande del Perú.
Como mago de fiesta infantil, Vizcarra sacó del sombrero la novedosa carta de la “negación fáctica” para justificar el colapso del Congreso, que ya antes había sido intensamente bombardeado por la prensa. Luego llegó el turno de los clásicos constitucionalistas de bolsillo que defendieron la legalidad del golpe.
Vizcarra sabe también que los jóvenes que salieron a marchar furiosos tras su vacancia aún lo tienen por ídolo. Ese es el contingente que quiere arrear una vez más en contra del Congreso. Además, le consta perfectamente que la mafia caviar posee un poder real en el Ministerio Público y el Poder Judicial, y espera que lo sigan considerando aliado leal, como durante su gobierno.
No es casual que los principales actores mediáticos de la logia caviar alienten en sus programas a marchar contra el Congreso, con el clásico cuento de “salvemos la democracia”. La narrativa es que el Congreso ha sido capturado por las fuerzas del mal y hay que recuperarlo porque no representa más al pueblo. La revuelta callejera es siempre el último recurso que la izquierda tiene a mano para salirse con la suya.
Veremos si la mafia caviar decide reflotar a Martín Vizcarra, quien ya tiene su propio perfil político, sus dotes de charlatán y un electorado seguro, o lo dejan en salmuera por otro personaje rescatado del museo socialista setentero, como Alfonso López Chau, un velasquista trasnochado, parco y poco elocuente, quien está a la espera de ser convocado.
Por Dante Bobadilla R.
*Analista político
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