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La Virgen María y el derecho internacional

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Fecha Publicación: 14/08/2025 - 21:30
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Hoy, 15 de agosto, la Iglesia Católica celebra la Fiesta de la Asunción de María y quisiera, con este motivo, vincular mi apego mariano que descubrí en mi vida de monaguillo y catequista en mi parroquia San Vicente de Paúl de Surquillo, donde crecí privilegiadamente muy cerca de los sacerdotes de la Congregación de la Misión -el Padre Emiliano Rodrigo Conde, C.M., a quien quise como a mi padre que partió tempranamente a la Casa del Señor, fue central en ese apego-, y con ellos, las emblemáticas Hijas de la Caridad, que todo el tiempo hallaban a María en su trabajo con los más pobres. En ese marco me refiero a la relación extraordinariamente relevante que hallo entre la Madre de Dios y el derecho internacional. Quisiera recordar, entonces, que los padres del derecho internacional, esto es, Francisco de Vitoria y Hugo Grocio, fueron fervientes devotos de María. Junto a ellos, muchos otros publicistas del denominado derecho de gentes, tuvieron en sus construcciones intelectuales considerarse marianos por excelencia. Esforzados todo el tiempo en distinguir el derecho de la moral -era todavía la etapa de la confusión del derecho con la moral-, terminaron ganados por su fe, juntándolas. Aportaron al pensamiento de la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia, sosteniendo que María era la mayor intercesora entre Dios y los hombres, es decir el verdadero eslabón entre el Hacedor y la humanidad, y ello explica por qué muchas de las normas jurídicas internacional en el proceso de su gestación y evolución, fueron concebidas considerando las verdades cristianas marianas. Toda la Edad Media fue una muestra del imperio escatológico de la fe mariana a propósito del enorme poder que alcanzó la Iglesia luego de la caída del Imperio Romano de Occidente el 476 d. C. En el decurso de la historia de las relaciones internacionales, la prima hermana del derecho internacional, se invocó a María durante reiterados sucesos conflictuales como la 1ra. Guerra Mundial, en que fue trascendente la aparición de la Virgen de Fátima a tres pastorcitos en Cova da Iría, Portugal, en 1917. En 1950 el Papa Pío XII al advertir la trascendencia de María en la sociedad internacional declaró por la Bula Munificentissimus Deus, el dogma de la Asunción de María que estamos recordando, es decir, que la Virgen fue elevada a los cielos por Dios y, además, en cuerpo y alma, distinto de la Ascensión de Jesús por la que el propio Nazareno, se elevó sin ayuda de nadie ni de nada porque era Dios. El Concilio Vaticano II (1962) desarrolló notablemente el sentido mariano que luego vimos en San Juan Pablo II, trasluciéndolo en su lema apostólico “Totus tuus”, “Todo tuyo”, un signo de su consagración personal a María. El papa Francisco la llamó la Madre de la Esperanza, invocándola en medio del conflicto y pensando en los refugiados, recordando para ellos el pétreo respeto del derecho internacional humanitario, y últimamente, S.S. León XIV, llamándola la Nueva Eva, y a poco de su elección como Papa, fue a rezarle en el Santuario de la Madre del Buen Consejo, en las afuera de Roma.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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