La vida privada de un personaje público
En un país en el que un sector social y político avala la intromisión en la vida privada de diversos personajes para atacar la vida pública, es necesario marcar los límites que el sensacionalismo, definitivamente, no conoce. Vamos a centrarnos en la política. ¿Por qué? Al público lo único que debería importarle de un funcionario o figura pública es cómo está manejando los asuntos públicos que su cargo lo obligan a atender, y qué está haciendo con el dinero del tesoro público. Lo que haga una persona en su vida privada e intimidad no es asunto de ningún periodista, director de diario o comentarista de televisión. Pero, claro, los moralistas de izquierda y derecha adoran nadar en la vida privada para desacreditar la vida pública.
Toda persona tiene derecho a la protección de su intimidad, al respeto de su vida privada, que nada tiene que ver con lo público. Seré más clara: un heterosexual, homosexual, bisexual, transexual, etc., tiene derecho de vivir su vida sexual, personal, amorosa y más con la libertad que merece, sin sentir miedo a la crítica externa por el simple hecho de ser una persona pública. Un político tiene el derecho de hacer con su intimidad lo que desee; un empresario, de la misma forma. Un artista de televisión no puede vivir en alerta constante por la vigilancia a su intimidad y el escrutinio social.
Existe una gruesa línea entre el interés público y el sensacionalismo. A usted que está leyendo esta columna no debería importarle ni preocuparle con quién duerme o no un ministro, un congresista o un candidato presidencial. Lo que debe importarle es si ese funcionario está favoreciendo con dinero del Estado a la persona con quien duerme; debe importarle si ese candidato presidencial tiene en su entorno de confianza a dicha persona.
¿Qué pasa en los medios de comunicación? Existe un interés en las personas famosas, los políticos, los actores, los artistas, etc. Un interés -más o menos- general por saber qué hacen, cuál es su comportamiento o a qué personas frecuentan. Pero ese interés general de nuestra idiosincrasia interesada en la vida de otro, no debe ser catalogado como un interés “del público”; debemos centrarnos sólo en el “interés público”. ¿Cuál es la diferencia? El “interés del público” equivale al chisme, el morbo y el deseo de hundir a las personas por lo que hacen en su vida privada y la intimidad; es decir, un aspecto en la vida de una persona que no es el asunto del pueblo.
El interés público es algo mucho más serio, relevante y trascendental. Hace referencia a aspectos del comportamiento y acciones de una persona para la formación de la opinión pública que afecta al conjunto de los ciudadanos y los temas económicos o políticos de nuestro país. ¡Oh! Para aquellos que adoran rebuscar las infidelidades de otros, ese aspecto de la vida privada de una persona pública tampoco es de interés público. Hay personas y periodistas que necesitan vivir y comer de eso: háganlo. Pero no tiene ninguna injerencia en el ámbito público o político. Su trabajo se estanca en ello: chisme, malicia y podredumbre.
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