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¿La vanidad al poder?

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Fecha Publicación: 30/05/2025 - 04:34
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El ya famoso "Sabelón" Phillip Butters arranca acelerado la competencia política. Se le ve en cuanto medio televisivo, impreso, radial o digital se le presenta. Aún falta que sea elegido en la interna partidaria como el maquinista de la locomotora electoral de Avanza País para el 2026. ¿Aparecerán otras opciones que contrasten dentro de la organización? Está por verse, por supuesto, su impacto individual, o bien, fortaleciendo, o en todo caso, fraccionando todavía más la proyección de la "centro-derecha" o —a secas— la derecha peruana. Y aunque ha dado muestras de apertura (como por ejemplo aceptar la figura de la "Unión Civil" entre dos personas del mismo sexo) y de querer reducir el sectarismo que suele anidar en sectores conservadores, quizá su punto débil está en un factor degenerante de la sana política: la soberbia, la incontenible vanidad.

Desde los antiguos filósofos del poder hasta los iniciales —y, después, los modernos— elaboradores de la ciencia política, se ha reflexionado y advertido sobre los peligros y los problemas para contener o regular a quienes persiguen el poder político, siendo poseedores de una alta carga de egocentrismo. Existe, pues, una diferencia nuclear entre un "liderazgo fuerte" y un "liderazgo vanidoso" en la acción política. Y la historia ha demostrado que, de este último tipo de personajes, los vanidosos, sin importar que sean hombres o mujeres (la argentina Cristina Kirchner es una muestra reciente y cercana de ello), pueden surgir diversos riesgos para la gobernabilidad y el bienestar de los países; más si estos anhelos ya han ido sufriendo una degradación constante.

Un presidente egocéntrico, enfocado más en su imagen y legado personal puede tomar decisiones basadas en su propia visión sin considerar en absoluto el consejo de especialistas ni la opinión ciudadana, lo que puede generar políticas ineficaces, contraproducentes o hasta peligrosas. La vanidad politizada puede llevar a la concentración excesiva de poder, debilitando las instituciones democráticas y reduciendo los controles sobre el Ejecutivo. La falta de humildad y capacidad negociadora del líder crea tensiones irreversibles con otros poderes del Estado y otros organismos, dificultando implementar políticas y creando crisis institucionales.

Los peruanos ya han tenido experiencia con este tipo de personalidades imprudentes (sin obviar a los caudillismos regionales y provinciales) que explican gran parte del entrampamiento, la "estanflación política" y la polarización actual. En el caso de un posible liderazgo basado en estas características pero de grado mayor o de intensidad elevada en Perú, sería clave observar cómo se relaciona con otros sectores políticos, qué tipo de decisiones toma y cómo responde a la crítica y los desafíos durante la contienda presidencial. Esto aplica a todos los potenciales candidatos de cualquier lado del espectro ideopolítico.

La posible candidatura presidencial del extenso comunicador Butters será, sin duda, todo un reto para los estrategas políticos y marketeros que lo secunden. Y es que lo que a veces es una aparente fortaleza creada sobre la base de una política de lucha mal entendida, puede terminar siendo el elemento que descarrile el tren —en este caso— en dirección al rechazo y al escozor de un no menor electorado que también valora una racional política de consensos.

La vanidad al poder Butters
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