La única alternativa
Se cumple el primer aniversario del gobierno accidental de Martín Vizcarra, un año perdido en la gestión del Estado, malgastado en la construcción de la democracia, manipulado en la lucha contra la corrupción y pervertido por la persecución política contra los opositores.
Vizcarra es producto del orden constitucional, pero también fruto de la traición y el complot contra Kuczynski. Como personaje es pusilánime, pésimo gestor de la cosa pública, intrigante, opáceo en cuanto a su pasado político y empresarial y vendido al interés de sus antiguos socios del club de la construcción.
Sin partido real, sin bancada parlamentaria y carente de operadores políticos, con la asesoría pérfida de un peronista argentino se entregó a las manos de dos ONG que responden al interés retorcido de Soros en su dimensión internacional: IDL y Transparencia.
La primera le permitió encarcelar a la principal lideresa de la oposición, Keiko Fujimori, descabezar el Poder Judicial y tomar control de la Fiscalía. La segunda pretende darle una legitimidad esquiva, para lo cual utiliza sus contactos con el nido comunista de la CIDH. Ambas le construyeron el mamarracho del referéndum.
Sin escrúpulos morales Vizcarra no vaciló en aliarse con la izquierda roja y abrir las puertas de la administración a los caviares de toda laya. El precio: alianzas precarias y el lanzamiento de una política social basada en la visión neomarxista sobre la ideología de género.
El blindaje para su sobrevivencia lo ha construido con la subvención publicitaria a un cartel mediático financieramente quebrado; y con empresas de opinión pública de ética cuestionable. La poquísima obra de infraestructura se la ha devuelto a empresas emblemáticas de la corrupción como Odebrecht y Graña; y precisamente el costo de ello es el acuerdo vendepatria con la constructora brasileña que ahora critica pero, al mismo tiempo, cantinflescamente, apoya.
El segundo año lo inaugura con Salvador del Solar, un presidente del Consejo de Ministros radical en su antifujimorismo y antiaprismo; hábil en el manejo comunicacional, pero incapaz tanto para la gestión del Estado, cuanto para el diálogo concertador que el país tanto urge.
Frente a esto la oposición mayoritaria solo tiene una posibilidad: o retoma la valentía y le niega el voto de confianza al nuevo Gabinete e intenta la vacancia presidencial, afrontando la consecuencia del cierre del Congreso; o cede cobardemente frente a un régimen corrupto y confrontador cuyo destino final es claro, fracasar y hundir más al Perú.