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La tragedia del puente roto

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Fecha Publicación: 14/01/2025 - 22:30
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El novio de Aimé, una muchacha de 23 años del gran Buenos Aires se quitó la vida esta navidad. Al enterarse, Aimé sufrió una descompensación emocional y tuvieron que internarla un par de días. La mañana del sábado 4 de enero salió de su casa en su bicicleta de color naranja. No sabía qué hacer ni a dónde ir. Pedaleó sin rumbo entre baldíos y una mezquina vegetación de la zona de Brandsen hasta que se encontró con un tumulto junto al ferrocarril: un joven se había arrojado a las vías del tren. Dejó la bicicleta allí y se puso a caminar entre los parajes arbolados. En uno de ellos los perros más tarde encontraron su cuerpo junto con algunas de las pertenencias que se llevó el sábado. Se había ahorcado. Elvira, una muchacha, también de 23 años se arrojó al vacío ese mismo día desde el piso 12 de una facultad universitaria en Lima norte. Unos meses antes había denunciado a su mamá por violencia doméstica.
Apenas cuatro de los cuatro mil suicidios que hay en el mundo diariamente. Según los datos de la OMS, más hombres que mujeres se quitan la vida y casi el 80% de los suicidios se producen en los países de escasos y medianos recursos, aun cuando las tasas más altas de ellos (con una media de 11.5 casos por 100,000 habitantes) se registran en el primer mundo.
Aimé trabajaba como voluntaria en el cuartel de bomberos de San Vicente, al igual que su pareja de 47 años. Ambos eran muy respetados y queridos en su institución. Elvira quería ser abogada. Sus vidas vistas desde la acera de en frente, eran normales y tranquilas, pero nadie sabe lo que sucede en el interior de cada casa, en la soledad radical de cada individuo.
¿Qué pulsión de los genes o de la psique se activa en los momentos previos a ese acto fatal? ¿Qué límite de la razón o de la desesperación debe traspasarse para que alguien sepa que no hay otra salida más que su propia muerte? ¿Qué soledad más honda debe sentir una persona para que en un determinado momento no quiera estar ya más ni siquiera consigo misma?
¿Puede haber una política de salud preventiva del suicidio? Sinceramente no lo creo. Tal vez algunas medidas efectivas de contención o de asistencia puntual en los momentos previos, pero aun así, esos momentos vuelven y entonces quizás ya no haya nada qué hacer.
Ortega dijo: Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo. Ese es, creo el verdadero dilema. Y esa es la misión: que el puente entre el yo y nuestra circunstancia no se rompa y que la salud mental con un enfoque claramente comunitario la sostenga.
Jorge.alania@gmail.com

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