La tarea: Rescatando a Don Víctor

Mientras almorzábamos con María Teresa Larco de la Rosa decidimos el título de esta Crónica que quiere ser, debe ser un retrato de la tarea que se ha propuesto cumplir con éxito y llevando al mejor puerto, el cometido que asumió. Confirmar la sentencia que muchas veces hemos escuchado: no muere el que se va, muere el que olvidan. Y su tarea es mantener viva la memoria de la persona, imagen, el significado y la importancia de la inmensa obra realizada por su abuelo Víctor Larco Herrera, filántropo, político, empresario, agricultor trujillano, hijo de Rafael Larco Bruno y Josefina Herrera Medina. Nació en la hacienda San Ildefonso; casó con Carolina Hoyle Castro, enviudó y casó con Susana Vásquez Lizarzaburu. Fue padre de Carlos Víctor, Víctor Manuel, Humberto, Napoleón, Consuelo, Susana, Jorge, Iris, Josefina, Elena y Victoria. Falleció en Santiago de Chile. Sus restos reposan en el Cementerio Presbítero Maestro, Lima. María Teresa es hija de Jorge, sabe que la tarea que asumió encuentra obstáculos y olvidos que no la detienen ni arrinconan. Por el contrario, dice, “…me dan fuerza para continuar batallando”. Y lo hace, mantiene el impulso sin bajar la guardia porque no es solo un asunto de orgullo de familia, es también tarea de mostrar un ejemplo de acción empleando el propio dinero logrado con el esfuerzo, conocimientos, experiencia, sosteniendo la voluntad y decisión de entregar una acción responsable que servirá al país. Y en María Teresa, Mate, está presente el orgullo de poder ofrecer la imagen y obra del abuelo, que puso al servicio y mejora de la ciudad, la vida, salud, educación y cultura de los ciudadanos, la fortuna que con experiencia y sentido de progreso consiguió en la agricultura y el comercio. Y su obra es visible desde sus primeras acciones como alcalde de Trujillo en 1913. Continúa al tomar a su cargo la Sociedad Benéfica Pública de Lima y tiene cercano conocimiento de los inhumanos tratamientos a que se sometían a los enfermos mentales internos en el manicomio del Cercado. Hace la donación de millón y medio de soles que permitirían la construcción del Asilo Colonia de la Magdalena en que se abre una nueva etapa en el tratamiento de las enfermedades mentales con el programa del doctor Hermilo Valdizán, al que entrega su total apoyo que se traduce en la donación que servirá para la construcción del Asilo Colonia de la Magdalena que hoy lleva su nombre, Hospital Víctor Larco Herrera, pero que lamentablemente el público desconoce la historia de su significado. Esta es también una de las razones de la tarea de Mate. Presentar en su importancia la figura y valor de Víctor Larco Herrera en la medicina y la psiquiatría en la historia del Perú.

Podemos seguir. En Lima, la Plaza 2 de Mayo, que recuerda la gran victoria peruana sobre la flota invasora española, recibió la obra del filántropo trujillano que financia la construcción de los edificios de tres pisos diseñados por el arquitecto francés Claudio Sahut, con modificaciones posteriores del arquitecto Ricardo Malachowski. Este año se celebra el centenario de su inauguración. Obra que tiene eco en el Museo de Arqueología de Lima, edificio construido en la Avenida Alfonso Ugarte en que con las mejores condiciones museográficas y el apoyo y participación de Horacio Urteaga reunió la colección de más de 20 mil piezas de cerámica prehispánica reunidas con la compra de varias colecciones particulares y a los depredadores. A sugerencia de Julio C. Tello, lo vendió al Estado peruano. Desde 1946 es conocido como Museo de la Cultura Peruana.
Y no es solo en estas importantes obras donde se muestra la acción de Víctor Larco Herrera. Puede señalarse su donativo del terreno en que se construyó el Club de la Unión, también en la construcción del Puericultorio. En Trujillo están el local del Palacio Municipal, las mejoras en el distrito que desde 1945 lleva su nombre. En la agricultura su huella queda en el desarrollo que alcanza el cultivo y comercio de la caña de azúcar en las haciendas que gerenció en Trujillo. Este es un breve resumen de lo que María Teresa Larco de la Rosa quiere mostrar en plenitud para dar el brillo que merece su abuelo.

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