La Sombra de China sobre el Perú: Soberanía en Riesgo

El reciente informe sobre la creciente influencia china en el Perú nos obliga a reflexionar profundamente sobre el futuro de nuestra soberanía y el impacto de estas relaciones en la estabilidad del país. La participación de una formación militar china en el desfile de independencia de Perú, la inusitada celeridad en el Congreso para aprobar leyes que otorgan privilegios exclusivos a empresas estatales chinas, y el control absoluto que ha adquirido China sobre sectores estratégicos como la energía y los puertos nacionales, nos revelan una realidad inquietante. La influencia de la República Popular de China (RPC) ha dejado de ser meramente económica para adquirir un alcance que afecta la geopolítica y la seguridad nacional.
El caso del Puerto de Chancay, en manos de la estatal china COSCO, representa un ejemplo de la estrategia de expansión dual de China, que busca beneficios comerciales mientras asegura control militar en regiones clave. La exclusividad de operaciones en Chancay, lograda tras presiones y amenazas de COSCO, amenaza con convertir este puerto estratégico en una extensión de la infraestructura de China, con posibles fines logísticos y militares. La legislación antimonopolio ha sido ignorada, y el Estado se muestra incapaz de garantizar que las leyes del Perú se apliquen en beneficio del país, en lugar de favorecer intereses extranjeros. Las advertencias de expertos sobre el riesgo de que esta infraestructura caiga bajo control del Ejército Popular de Liberación en situaciones de conflicto global parecen haber pasado desapercibidas en el debate político y social.
En cuanto a la energía, el control chino de la distribución en Lima —la ciudad más poblada del Perú— coloca a la RPC en una posición que podría comprometer la estabilidad nacional. Tener el “interruptor” de un recurso esencial plantea serios riesgos si los intereses geopolíticos de China chocan con los del Perú o sus aliados. Más allá de la pérdida de control sobre sectores vitales, esta situación demuestra la asimetría de una relación en la que el Perú parece hipotecar su autonomía.
Es preocupante que el Gobierno y las élites peruanas eviten o minimicen un debate crítico y abierto sobre esta situación. Según el estudio de Doublethink Lab, Perú es el país más influenciado por China en Latinoamérica, superando a países con mayores vínculos ideológicos y comerciales. Sin embargo, las medidas que toma el país ignoran los riesgos de dependencia y posibles represalias de Pekín. En todo proyecto de envergadura que involucre recursos estratégicos, el Perú debe actuar con prudencia y establecer límites claros en defensa de su soberanía, tal como lo han hecho otras naciones.
El impacto ambiental y social de estas inversiones no es menor. Las comunidades de Chancay ya sufren los efectos de la expansión portuaria de COSCO, que ha devastado la pesca, las playas y el turismo local, afectando su calidad de vida. Las denuncias contra habitantes de Chancay por oponerse a este proyecto, así como las protestas ignoradas por las autoridades, son evidencia de una preocupante desatención estatal a los problemas que afectan directamente a los ciudadanos.
Frente a esta realidad, el Perú se encuentra en una encrucijada histórica. Es urgente que el Gobierno peruano, junto con sus instituciones y sociedad civil, establezca una postura crítica y protectora de los intereses nacionales. Se necesita una legislación que proteja nuestros recursos y asegure que las inversiones extranjeras respeten la soberanía, el medio ambiente y los derechos de los peruanos. Los beneficios económicos que ofrece China no deben nublar la visión sobre las consecuencias a largo plazo de una relación desequilibrada y cargada de condicionantes geopolíticos.
El Perú debe preguntarse si está dispuesto a renunciar a su autonomía en nombre del crecimiento económico inmediato, y si cuenta con la capacidad y voluntad para reevaluar la naturaleza de su relación con China antes de que sea demasiado tarde.

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