La situación en Medio Oriente se complica
La muerte por eliminación selectiva de Saleh Arouri, el número dos del Hamás, es verdad que podría desatar una guerra más extendida y exacerbada en el Medio Oriente, pero si la miramos con mayor agudeza, podríamos decir, que sí, en cambio, habría una mayor focalización no convencional, propia de los grupos armados o extremistas, sin que ello signifique que los Estados árabes como tales se involucren directamente en una guerra contra Israel. Aunque al cierre de esta columna Israel, que le ha seguido los pasos a Arouri hasta Beirut, en Líbano, donde se hallaba, no ha confirmado la autoría del asesinato, o si prefiere, no lo ha desmentido, lo único cierto es que Arouri está muerto, y la consecuencia podría ser el inicio de una escalada más violenta donde el protagonismo de la reacción antes que por el gobierno de Líbano, lo será por parte de Hezbolá, que no es lo mismo. Por ejemplo, podría darse una reacción por el norte de Israel –es el límite con Líbano–, donde opera el referido grupo miliciano libanés, declarado enemigo de Israel, cuyo líder no se ha demorado en prometer eventuales represalias. Pero el Hamás que, a pesar de la feroz incursión militar israelí en la Franja de Gaza, en que sigue descubriendo una red de túneles por diversos espacios impensados de la ciudad palestina, aun la controla, tiene otro aliado estratégico: Irán, país persa chiita, también declarado enemigo de Israel que, seguramente por este suceso, debe estar acordándose del asesinato en 2020, por fuerzas estadounidenses, y también selectivo y por dron, de su general y comandante de la denominada Fuerza Quds, Qasem Soleimani, cuando se aprestaba a dejar el aeropuerto de Bagdad, Irak, al que había llegado minutos antes en un vuelo desde Teherán.
Es verdad que Irán sí es un Estado, pero hasta ahora sus acciones contra Israel han sido indirectas, quizás cuidando el impacto de las sanciones que pesan sobre el régimen de los ayatolas, que los ha mermado económicamente. Pero con todo lo anterior, aun cuando los países árabes enemigos de Israel, es decir, los que son más recalcitrantes, no han tenido una cobertura oficial contra el gobierno de Benjamín Netanyahu, no se descarta que coadyuven a su estilo para con los grupos extremistas que sí actúan frontalmente contra Israel. El panorama, entonces, no se ve nada bien para la ansiada paz en el Medio Oriente, casi que ya parece una quimera. En el realismo de las circunstancias, Gaza sigue siendo objeto de ataques por bombardeos de Israel que declaró la guerra al Hamás luego de la masacre de más de 1200 judíos el pasado 7 de octubre de 2023, cuando fuerzas extremistas cruzaron la frontera y mataron indiscriminadamente a habitantes de los kibutz. Lo que más debe preocupar es que la violencia que domina a la zona del conflicto es una muy mala señal para las negociaciones que estaban realizándose en la idea de conseguir un nuevo alto al fuego y otro canje de israelíes por palestinos de Gaza. La ONU brilla por su falta de liderazgo para imponer una voz ponderada y con equilibrio que pudiera llamar a detener el conflicto. El Perú, que integró con el excanciller Arturo García Salazar, en 1947, la histórica Comisión Especial de Naciones Unidas para Palestina, y que recomendó la división de ese territorio en dos Estados –Palestina e Israel–, debería hace rato tomar la iniciativa –no tenemos que ser una potencia para hacerlo–, para detener la violencia y convocar a una negociación más ensanchada del problema en el marco de la ONU. Debemos mostrar iniciativa, intrepidez y liderazgo en política internacional, y dejar de mirar a la carpeta del Medio Oriente como una a la que solo deba hacerse seguimiento.
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