La revolución se acojudó
La narrativa rojicaviar y la de algunos candelejones en los medios y en el Congreso insisten en el adelanto de elecciones. Coinciden en que la situación “no da para más”. Insisten en que la presidente Boluarte no tiene el respaldo de nadie. Insisten en que no tiene bancada y que la opinión pública la rechaza. Ingenuos. Tiene los apoyos más importantes de todos: el tiempo y las Fuerzas Armadas. El tiempo está poniendo las cosas en su sitio. Hasta este último miércoles solo había dos regiones en relativa turbulencia con vías bloqueadas: Puno y Madre de Dios. Todo el resto del país se encontraba en calma por la sencilla razón de que la ebullición política y social no podía durar eternamente. Lo que había que hacer era de manual: resistir. Y eso es lo que ha hecho la sucesión presidencial de Dina Boluarte aunque en los momentos más álgidos de la tempestad el mismo gobierno y el Congreso pensaban que encallaban.
Los muertos van quedando en la memoria de sus deudos mientras los negocios y el comercio empiezan nuevamente a hacer oír la voz de la cotidianeidad. Sí. Dina Boluarte puede gobernar con 60 muertos a sus espaldas aunque chillen los rojos (que hubieran masacrado muchos más de haber hecho su revolución) y los caviares, tan sensibles ellos. ¿Han caído los ayatholas en Irán luego de más de dos o tres meses de protestas feministas con varios cientos de muertos? No. Y esto porque tienen el apoyo de las fuerzas armadas que se lo quitaron al último sha de Irán hace más de 40 años, precipitando su caída. Por eso cayó Castillo y no cae Dina.
El respaldo de las Fuerzas Armadas al amparo de la Constitución es clave para que vuelva a reinar el statu quo si es que la presidente voltea la página y empieza a gobernar la cotidianeidad. Una regla de oro de la política es saber entender que los estallidos violentos son la excepción y la normalidad de la vida es la regla. ¿Para qué se van a adelantar las elecciones si el Perú está volviendo a la regla? La gente se cansa de los excesos y llega un momento en que añora la paz. ¿Y las encuestas? ¡A quién le importan! Como menciona Aldo Mariátegui, el peruano tiene un IQ de 80 inferior al promedio. Repiten como papagayos lo que dicen las redes sociales (plagadas de caviares) o algunos medios de comunicación. Pero otra regla de la política es que del dicho al hecho hay mucho trecho. Por lo tanto que la desaprobación de las autoridades esté por las nubes no significa que ello se convertirá en su expectoración (los únicos en la derecha que quieren hacerse haraquiri son los de Fuerza Popular, queriéndose hacerse pasar ilusamente como de centro y termómetro popular). Uno de los mantras más manidos de los rojicaviares es el cuento de la legitimidad medida por las encuestas. Con ese cuento ningún gobierno en los últimos 20 años hubiera podido terminar su mandato ni ningún Congreso hubiese resistido 5 años.
La legitimidad de cualquier autoridad la da la Constitución y nada más. Cuando ello no ocurre estamos ante una revolución o un golpe de Estado. El hecho es que en el Perú no ha habido ni lo uno ni lo otro a no ser el coup barato que intentó dar Castillo y que ocasionó su vacancia constitucional y la ascención de Boluarte. ¡Por eso es que los rojos insisten a los cuatro vientos en que aquí hay una dictadura que hay que sacar mediante una revolución! Pero lo cierto, lo concreto y lo real es que la revuelta se enfrió y que el adelanto de elecciones es una reverenda estupidez.
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