La resiliencia que el Perú necesita
“Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad” es el nombre oficial del 2019, para fijar el rumbo que seguirá durante este año. Aunque ya sabemos que no basta con una denominación, sino que se necesita voluntad política para trazar unas estrategias y acciones para alcanzar unas metas que muchas veces no se cumplen; recordemos que el 2018 fue el “Año del diálogo y la reconciliación nacional” y, a juzgar por los resultados, fue más bien todo lo contrario.
En el mundo de las empresas, está muy de moda la resiliencia que alude a una actitud –de las personas y de las organizaciones– para superar estados de crisis y fracasos con el esfuerzo personal y social mediante: la aceptación de la realidad, por dura que sea; la convicción de que la vida tiene sentido, con la vivencia de los valores arraigados de una cultura propia; y la capacidad de responder a los nuevos retos, olvidando las durezas y las ofensas del pasado que pesan sobre el presente.
Afrontar la realidad, para el Perú, significa reconocer que, con mucha facilidad, la clase política dirigente de turno cae rápidamente en dar la espalda a las verdaderas necesidades de los ciudadanos, para dar oídos al “run, run” de moda que, normalmente, viene diseñado por quienes tienen hambre de poder, de riqueza y de ejercer un “nuevo colonialismo” sobre los países menos favorecidos.
Es innegable que este “run, run” en nombre de una “voluntad popular” y una “libertad antihumana”, intentan convencer al presidente Martín Vizcarra –un hombre sencillo, provinciano, de familia, formado en la UNI y líder regional– que debe imponer a los peruanos la “ideología de género”, traducida en leyes que impongan el aborto, el “matrimonio igualitario”, la disolución de la familia y toda forma grotesca de vida social. A tal punto que quienes se opongan a este guion sean insultados, perseguidos y hasta encarcelados, como ya sucede en otros países, si un médico se niega a segar la vida de un niño por nacer.
En cambio, los países resilientes que van aumentando, tienen una visión muy serena y realista –basada en la observación y análisis de la cultura– de las verdaderas necesidades presentes y futuras; de la conveniencia de tales o cuales decisiones económicas, sociales y medioambientales, para el mediano y largo plazo. Jamás se alejan de las voces de las multitudes, que, por ejemplo, a nombre de la defensa de la familia, abarrotan avenidas, tantas veces y en tantos lugares.
Este gobierno debe hacer un esfuerzo por “mirar”, más que ver que las familias peruanas necesitan, agua y desagüe, nutrición, salud, educación y no un “referéndum” en que se ha gastado 200 millones de soles –cifra que no se ha desmentido– para NADA o quizá, para sacar la vuelta a la relección de congresistas, imponiendo el senado. Ser realista implica preguntarse: “¿Entiendo y acepto realmente lo que está pasando?”
La resiliencia es también una actitud que requiere vivir con sentido, rescatar los valores de la cultura peruana que tiene siglos de mestizaje; pero sobre todo, superar los odios que ciegan a los “dirigentes” políticos y mediáticos, creyendo que la “corrupción y la impunidad” sólo está en los adversarios y enemigos.
No es cuestión de dar “nombres sugestivos a los años”, sino de darles significado con la propia vida social, política y económica realista y positiva.