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La rebelión de las musas

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Fecha Publicación: 25/11/2023 - 22:00
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Soy incansable en reiterar el apotegma del escritor inglés William Somerset Maugham, tan vigente hoy más que nunca: “en tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo”.

Esto es atribuible al conjunto de personas y medios de comunicación que se rasgan las vestiduras contra el dictamen de la Comisión de Constitución mediante el cual se relativiza del ordenamiento jurídico de los partidos las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) y se fortalecen las ejercidas por delegados para la selección de aspirantes a los cargos representativos del país.

No pongo en duda la sinceridad de algunos objetantes que juzgan imprescindible abrir los espacios democráticos en las organizaciones políticas a través de ese mecanismo ya popularizado en otras naciones como Argentina.

Lo creen el primer peldaño de una reforma que empodera al ciudadano sin el requisito de ser afiliado a un partido. Como indica Jaime de Althaus, se sacraliza las PASO en una dimensión que no tiene correspondencia con nuestra realidad. La hipocresía de los hábiles reformólogos peruanos las hace parecer la quinta esencia del modelo electoral.

Aquí y en muchas partes del globo la democracia sufre problemas estructurales que han sido abordados hace varias décadas, primero en calidad de advertencia (“Cómo terminan las democracias”, Jean Francois-Revel.

“La democracia y sus críticos”, Robert Dahl) y luego, masivamente, en cuanto a sus severas limitaciones para alcanzar un alto grado de legitimidad. Uno de esos problemas, en el Perú, es la carencia de bases republicanas sólidas y reales.

Hugo Neira en su libro “¿Qué es república?” (2012), sostiene que los padres de la patria se contentaron con no tener reyes y, por lo tanto, tampoco virreyes, imaginando así que alejaban la sombra del despotismo.

“Y lo que ocurrió al interior de esa soberanía…los despotismos se instauraron tras caudillos, golpes de Estado, oligarquías acérrimas a toda tolerancia y plutocracias hostiles a toda disminución de sus privilegios”.

Así seguimos, buscando nuevos caudillos y no ideas, consagrando a las nuevas oligarquías y élites mayormente engarzadas en el campo de la informalidad y las ONG. Queremos paradigmas electorales de Suiza cuando somos ciudadanos sin república (Alberto Vergara dixit).

Y como siempre, esos caudillos y élites halagan al vulgo (no al ciudadano) diciendo que las PASO les otorga la divina acreditación de un importante rol social.

Y el vulgo, informal o ilegal, hace y deshace un país aparentando estar guarecido por la democracia. “Lo característico del momento –sostiene José Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”– es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera”.

Casi un siglo después de publicarse esta obra ocurre que las masas están decepcionadas y desancladas de la vida política. Son las musas, los reformólogos, quienes alzan la voz para rebelarse contra la decapitación de sus propuestas. Vayamos a los problemas de fondo y no a las inyecciones parciales que, como las PASO, apenas rozan la epidermis de nuestro decadente sistema político.

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