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La real igualdad

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Fecha Publicación: 11/03/2023 - 21:00
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Esta es, quizás, la columna más honesta que usted leerá en torno a lo que significa ser mujer y nuestras legítimas demandas que lamentablemente, gracias a la victimización de grupos que se dicen feministas, no nos ha llevado hacia el camino añorado de real igualdad material forjada en la ley, aquella capaz de hacernos visibles en un mundo de negacionismo y extremismos que operan a favor de ideologías y no de derechos.

Y es que hoy por hoy, las mujeres, como personas, hemos desaparecido en nuestra propia agenda, siendo superadas por géneros, identidades y orientaciones.
Comencemos con verdades históricas. Hace más de un siglo, organizaciones de mujeres, con valentía y decisión, lograron cambios legislativos que hicieron posible nuestro derecho al voto, a condiciones dignas de trabajo, a la patria potestad de nuestros hijos, entre otros. En aquella época las Constituciones en el mundo experimentaron cambios impulsados por los procesos sociales y la masificación industrial. Fue la Segunda Guerra Mundial la que puso el punto de partida al reconocimiento, respeto y promoción de la dignidad humana. Sin embargo, aún hay brechas por superar, para lo cual la presencia del Estado es fundamental a partir de políticas públicas debidamente focalizadas, un marco legislativo garantista y un gasto público eficiente.

Sin embargo, es importante no confundir garantías con privilegios, pues las mujeres en nuestra diversidad y por supuesto desde nuestras diferencias, no requerimos ayuda sino oportunidades. Hoy las mujeres somos conscientes de nuestras fortalezas que superan largamente nuestros roles sociales. Sí claro, no podemos negar que aún existe el machismo y la misoginia, pero la solución no se encuentra en el discurso antagónico, ni en la condena del comportamiento masculino, pues se trata de sumar a los hombres en esta lucha por generar cambios estructurales y esto no se logra con actos hostiles que impongan reglas absolutas como el “sí o sí la mujer dice la verdad”, encumbrado a principio cuasi jurídico, incluso superior a la presunción de inocencia.

Tampoco confundir el respeto a la diversidad con la inclusión forzada del sexo masculino en nuestra agenda de derechos, basada en su decisión individual de transitar hacia el género femenino. Mientras para la agenda feminista las mujeres ante la ley nos hemos convertido en “personas menstruantes o con capacidad de gestar”, a los hombres en transición les llaman “mujeres trans” y en los deportes la competencia desigual entre la biología y la transición es celebrada.

Finalmente, las cuotas son ajustes razonables que hoy por hoy dejaron de ser, sobre todo, “razonables” pues, de ser un medio para abrir el camino a nuestra participación en diversos espacios, hoy nos ha convertido en número y dependemos de éstas para ser jueza, congresista o ministra. ¿Acaso nuestra capacidad ha sido superada por nuestra vagina? Definitivamente, creo que es momento de sincerar las agendas políticas que dicen luchar por una “real igualdad”.

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