ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

La promesa

Imagen
Fecha Publicación: 10/09/2024 - 22:30
Escucha esta nota

Para que la tristeza no te venza te leeré los versos de la qasida, las palabras del Talmud, las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña y pediré al muecín que repita tu nombre varias veces y al ángel que toca el shofar de las astas de carnero que haga un alto en el shevarim y al Predicador que ingresa montado en un burro a Jerusalén que te busque entre la multitud y se detenga.
Para que la tristeza no te cubra, ahuyentaré la niebla con mis manos de fieltro. No voy a poder, lo sé, pero ellas quedarán grabadas en el muro, atrapado mi aliento entre sus grietas.
Para que la tristeza no te queme, encenderé una lámpara en el umbral ubicuo por donde sueles pasar todos los días. Una lámpara que apagarán los vientos y las sombras pero cuya luz pervivirá en el cuento que escucharás esa noche y que durará otras mil como en el cuento interminable.
Para que la tristeza no te alcance recitaré el conjuro que aprendí en el Paraíso inmemorial de los mitos y que ya había olvidado. Un conjuro que no está hecho de palabras sino de imágenes que quisiera revelar y que no puedo ahora y que mañana tampoco podré porque esas imágenes son las diversas e indecibles variaciones que nuestro rostro adquiere en una noche cualquiera de angustia o de sosiego.
Para que la tristeza no te aturda escucharé la música que hay que escuchar para que nuestra vida no sea un error, como decía Nietzsche y repetía John Lennon, y que no he escuchado aún pese a que algo me dice– como le dijo al gran Ciorán– que sólo ella puede crear una complicidad indestructible entre dos seres. Un amor –escribió– es perecedero, se degrada con todo aquello que participa de la vida. Y también: fuera de la música, todo, incluso la soledad y el éxtasis, son mentira. Tal vez así lo sea. No lo sé. No la he oído hasta ahora.
Para que la tristeza no te invada, cubriré las calles y las plazas con los ramos del domingo y haré que los alisios del sur te traigan ese tiempo en el que quisieras vivir cerca para siempre de ti y de todo lo que ya es tuyo, apretada contra las espigas y los álamos, oyendo gritar a los tucanes, pequeña, grácil, recordada de los dioses y bienaventurada de Dios.
Para que la tristeza no te dañe creeré a ciegas estas cosas que no puedo hacer ni ver. Las creeré. Con los ojos de Milton, con los ojos de Borges. Nada se moverá, nada se irá, nada regresará de donde vino. Pero la promesa estará allí para recordarte apenas cuánto te quiero.

Jorge.alania@gmail.com

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookXInstagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.