La procesión de la Bandera
Tuve el honor de participar, una vez más, en la Procesión de la Bandera que organiza la Sociedad de Señoras de Auxilios Mutuos de Tacna, quienes me honraron pronunciando el discurso de orden en un importante aniversario.
Esta ceremonia se realiza el 28 de agosto de cada año, conmemorando la reincorporación de la provincia de Tacna al Perú después de 49 años de ocupación chilena, periodo en el que dicho país intentó permanentemente apoderarse también de este espacio de nuestro territorio.
La primera Procesión de la Bandera se realizó el 28 de julio de 1901, en plena ocupación chilena, cuando el encargado del ejército invasor, General Vergara, autorizó que, luego de bendecida nuestra bandera en la iglesia de San Ramón, se la paseara por las calles de la ciudad con una condición: el estricto silencio de la ciudadanía.
Según el filósofo chino Lao Tse, “la palabra es de plata, pero el silencio es de oro”. Gran verdad: en esa ocasión, como lo recuerda de manera memorable el gran poeta tacneño Federico Barreto, fue tal el impacto del silencio respetuoso y multitudinario del patriótico pueblo de Tacna que, hasta los soldados y oficiales chilenos que vigilaban la procesión, rindieron homenaje a la bandera blanquirroja, al pabellón del Perú.
Fueron 49 años de ocupación, ignominia, abuso y persecución de los peruanos, durante los cuales se mantuvo enhiesto el pabellón patrio y en los que fue decisiva la participación de las heroicas damas de Tacna.
Según Ortega y Gasset, antes de la internet, una generación aparece cada quince años; es decir, fueron tres generaciones de peruanos sometidos al yugo invasor, que resistieron la amenaza y el amedrentamiento, y lucharon, siguiendo el ejemplo inmortal de Bolognesi, hasta quemar el último cartucho, solo que esta vez recuperamos nuestra heredad.
No soy partidario de los días feriados y no laborables, pero sí me sorprende que la gesta ejemplar de Tacna, que va mucho más allá de una batalla, que exalta el heroísmo de todo un pueblo durante casi cinco décadas y que debe servir como ejemplo a todos los peruanos y, especialmente, a las nuevas generaciones, se haya circunscrito a un día cívico no laborable en dicha región y cívico en el resto del Perú.
Por lo menos, debemos el 28 de agosto replicar el homenaje a los patriotas tacneños con ceremonias en escuelas, universidades y otras instituciones, en un escenario en donde la crisis de valores viene acompañada de una ausencia de educación cívica que inculque en la conciencia y el corazón de los jóvenes el amor a la Patria y la permanente toma de conciencia de que lo ocurrido durante la Guerra del Pacífico jamás debe volver a repetirse.
Ese “¡Viva el Perú!” que retumbó en las calles de Tacna el 28 de agosto debe retumbar en todo el Perú.
*Presidente de Perú Acción
Presidente del Consejo por la Paz
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